La costumbre islandesa que rescata a miles de frailecillos: cada año, en las Islas Vestman de Islandia, los habitantes participan de una práctica tan curiosa como conmovedora: lanzar crías de aves marinas al mar desde los acantilados.

Aunque puede parecer extraña, esta costumbre tiene una razón poderosa detrás: salvar a miles de aves que, desorientadas por las luces urbanas, no logran encontrar su camino hacia el océano.

Una costumbre ancestral con propósito ecológico

Entre mayo y agosto, los residentes rescatan a los “pufflings” —como se llama a las crías de frailecillo— que se pierden en las calles de los pueblos. Estas aves utilizan la luz de la luna para orientarse hacia el mar, pero las luces artificiales las confunden. Por eso, niños y adultos patrullan las ciudades cada noche para recogerlas y devolverlas a su hábitat natural.

Esta práctica, profundamente arraigada en la cultura local, asegura que los jóvenes frailecillos logren iniciar su vida marina y, años después, regresen a reproducirse en el mismo lugar donde nacieron.

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El emocionante ritual islandés que mantiene viva a una especie en peligro. (icelanddiscovery.is)
El emocionante ritual islandés que mantiene viva a una especie en peligro. (icelanddiscovery.is)

Una labor comunitaria que inspira al mundo

Kyana Sue Powers, fotógrafa de aventura, documentó esta tradición en Vestmannaeyjar y destacó la entrega de los habitantes. Cada noche, familias enteras recorren las calles con linternas y cajas, rescatando a los polluelos desorientados. Luego, los llevan hasta los acantilados para liberarlos al amanecer.

El biólogo Erpur Snær Hansen, del Centro de Investigación de la Naturaleza del Sur de Islandia, advierte que esta especie enfrenta un declive preocupante: Islandia ha perdido la mitad de su población de frailecillos en tres décadas, y el país alberga el 40% del total mundial. “Si una generación falla, el riesgo de extinción aumenta drásticamente”, alertó.

Los héroes nocturnos de Vestmannaeyjar

Cada rescate es una aventura: los voluntarios trepan muros, revisan techos o se arrastran bajo autos para atrapar a las aves. “No es solo atrapar un pájaro; es proteger un símbolo de nuestra isla”, dice Óskarsd, uno de los rescatistas locales.

La comunidad mantiene así una conexión única con la fauna que los rodea, transformando lo que podría parecer un simple juego infantil en una poderosa acción de conservación.

El viaje de regreso al mar

Cuando los frailecillos alcanzan la madurez, migran durante ocho meses por el mar de Labrador y la dorsal mesoatlántica, en busca de alimento. Luego regresan a las islas donde nacieron para reproducirse, cerrando un ciclo vital que depende, en gran parte, de la ayuda humana que reciben en sus primeros días de vida.

Esta tradición islandesa no solo refleja el vínculo entre naturaleza y comunidad, sino también la importancia de convivir en armonía con las especies que comparten nuestro entorno. En tiempos de crisis ambiental, el gesto de lanzar un pequeño pájaro hacia el mar puede ser, también, una lección sobre empatía y esperanza.