La línea costera de la Costa Amalfitana en Italia, los pantanos en Everglades de Estados Unidos, las Ciénagas de la República del Congo, los Arrecifes de Coral en Australia y los Manglares Sundarbans de Bangladesh, son algunos de los humedales más reconocidos del planeta.

Pueden ser de agua dulce o salada, ubicarse dentro del continente o en las costas, y en cada caso albergar miles de especies que constituyen una diversidad fundamental para el ser humano y el planeta.

Lo cierto es que hace tres siglos que los humedales vienen retrocediendo en el paisaje global, empujados principalmente por la crisis climática que avanza sin pausa en todos los rincones del mundo. De 1970 a esta parte, más del 35% de estos ecosistemas se han perdido, y con ellos, una fuente invalorable de almacenamiento de agua y sumidero de carbono que permiten mitigar los efectos del calentamiento global.

Además, la desaparición de humedales afecta irreversiblemente la subsistencia de sociedades enteras que viven de la pesca, el turismo y muchas otras actividades vinculadas. El impacto de esta crisis es incalculable, si entendemos además que la seguridad alimentaria del planeta se relaciona con el impacto que están sufriendo ecosistemas tan valiosos como estos.

En tiempos de cambio climático y desastres naturales, la protección y restauración de humedales es vital para la salud y cuidado de las personas. Estos maravillosos ecosistemas ayudan a drenar las inundaciones y a contener mareas, tsunamis y huracanes.

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Su suelo rico en sedimentos y su abundante cantidad de plantas filtran pesticidas y tóxicos nocivos, actuando como los “riñones” del planeta potabilizando el agua dulce con destino de consumo humano. ¿Qué más hace falta para comprender que sin ellos vivimos mucho peor?

Es por esto que, actuar en favor de los humedales, es una tarea de primer orden que involucra a todos los actores de la sociedad. Observar su riqueza, valorar su importancia y restaurarlos para revertir su desaparición debe estar en la agenda de todos. En este sentido, las Naciones Unidas señalan algunas acciones fundamentales para dar iniciativa en ese sentido:

  • Aprobar leyes, políticas y planes nacionales sobre los humedales.
  • Crear programas que abarcan el inventario de humedales, vigilancia, investigación, capacitación, educación y concienciación del público
  • Desarrollar planes de gestión integrada y uso racional de los humedales
  • Incluir a los interesados de la región en los debates desde el principio
  • Realizar inventarios de humedales y evaluaciones de impacto
  • Designar o crear una autoridad para aplicar el plan
  • Vigilar los cambios en el humedal
  • Solicitar la designación como Humedal de Importancia Internacional

Poder transmitir la necesidad de una gestión responsable de los humedales naturales y artificiales que forman parte de nuestros países, es vital para su protección. Pero además, debemos avanzar en acuerdos que puedan recuperar aquellos ecosistemas que están en pleno retroceso. Para ello, es esencial la gestión sostenible del agua restaurando el flujo y protegiendo vertientes, re-humidificar turberas, reforestar manglares, controlar la contaminación, gestionar los residuos sólidos, involucrar a las comunidades locales en estas tareas y por supuesto, lograr acuerdos público-privados que inviertan especialmente en este tipo de soluciones basadas en la naturaleza para el desarrollo.

En definitiva, se trata de valorar, gestionar, restaurar y amar los humedales.