
Ambiente

Por Mónica Gutiérrez López, Universidad Complutense de Madrid; Darío J. Díaz Cosín, Universidad Complutense de Madrid; Dolores Trigo Aza, Universidad Complutense de Madrid; Juan Bautista Jesús Lidón, Universidad Complutense de Madrid y Marta Novo Rodriguez, Universidad Complutense de Madrid
A las lombrices de tierra nadie les presta atención. Quizás cuando hayan caminado por el campo tras un día de lluvia hayan visto algunas en la superficie húmeda del suelo y a algún mirlo poniéndose las botas con ellas. Las lombrices son un gran sustento para otros animales como aves, topos, tejones, zorros e, incluso, para algunos grandes insectos. Sin embargo, su importancia no acaba ahí.
Poca gente sabe que este grupo, que normalmente vive escondido en el suelo y que no provoca demasiada simpatía, es en realidad uno de los animales más importantes en nuestro planeta.
Darwin, en 1881, se dio cuenta de su relevancia. Afirmó entonces que “es dudoso que existan otros animales que hayan jugado un papel más importante en la historia del mundo que estas criaturas de organización tan simple”.
Mucho tiempo antes, los egipcios ya las consideraban “dioses menores” al observar cómo, tras las inundaciones del Nilo, incorporaban al suelo los limos, lo que aumentaba su fertilidad. La realidad es que sin las lombrices no existiría el suelo tal y como lo conocemos, y sin suelo no se habría desarrollado la agricultura.

Las lombrices de tierra se consideran “ingenieros de los ecosistemas”. Con su actividad son capaces de modificar el suelo y crear nuevos hábitats para muchos otros animales. Como consecuencia, producen una serie de servicios ecosistémicos que ofrecen al resto de organismos, entre ellos al propio ser humano, y que no han sido valorados por la sociedad.
Veamos algún ejemplo. Al fabricar sus galerías, mejoran las propiedades hídricas y la estructura de los suelos. Al alimentarse de la materia orgánica, la degradan y ayudan a su descomposición por parte de los microorganismos, lo que hace que los nutrientes sean más asimilables para las plantas. Estas suelen crecer mejor en aquellos suelos donde la comunidad de lombrices está sana y equilibrada, lo que hace que también las cosechas sean mejores donde hay lombrices.
Recientemente hemos publicado un artículo sobre la distribución global de las lombrices de tierra en la revista Science. El estudio ha sido realizado por 140 investigadores de todo el mundo a partir de datos de casi 7 000 localidades, incluyendo datos ambientales, procedentes de 57 países distintos de todos los continentes excepto la Antártida.
Nunca hasta ahora se había conseguido recopilar y analizar tal cantidad de datos sobre estos animales. Se trata, por tanto, del mayor estudio global sobre la distribución de las lombrices de tierra. Los resultados obtenidos son muy llamativos.
En primer lugar, el estudio demuestra que las lombrices presentan un patrón de distribución totalmente opuesto al que presentan los animales que viven encima del suelo. Su biodiversidad y abundancia es mayor en las zonas templadas que en las zonas tropicales.
Este descubrimiento nos lleva a reflexionar sobre la necesidad de realizar un cambio en las políticas de conservación. Para fijar, por ejemplo, los espacios naturales protegidos, uno de los datos que se utilizan son los puntos calientes de biodiversidad. Para designar dichos puntos, hasta ahora solo se habían tenido en cuenta a los organismos que viven sobre el suelo y no a los pequeños animales que viven dentro de él.
Las lombrices de tierra no son tan emblemáticas como otros animales bandera como el lince y el oso panda, pero podrían tener una importancia mucho mayor en los ecosistemas. Es hora de que esas políticas de conservación también incluyan a estos y a otros organismos edáficos para poder conservar, de forma más integrada, la biodiversidad real.
El cambio climático amenaza a las lombrices
El segundo descubrimiento realizado es que la distribución de las lombrices a nivel global viene determinada por factores climáticos como las precipitaciones y la temperatura. Esto hace que a los autores nos preocupe el efecto que el cambio climático podría tener sobre las poblaciones de estos animales.

Las consecuencias sobre las lombrices son impredecibles, puesto que el cambio climático es un fenómeno que se manifiesta a escala local y, por tanto, su efecto será diferente en cada sitio. En algunos lugares, como en los suelos permanentemente helados de las estepas, algunas especies de lombrices podrían incluso verse favorecidas. Sin embargo, la mayoría de las poblaciones podrían verse drásticamente afectadas, lo que puede llevar a su desaparición en algunos lugares o a la sustitución de unas comunidades por otras menos adaptadas.
Estos cambios afectarían a todos los servicios ecosistémicos que las lombrices proporcionan, en la sombra, al ser humano.
Queremos llamar la atención a los lectores sobre estos pequeños animales tan desconocidos y, sin embargo, tan importantes para la humanidad. El suelo es aún una gran caja negra por estudiar cuya biodiversidad e importancia son cruciales en los ecosistemas. Esperamos que la gente sea más consciente de su importancia y tenga una visión distinta de este pequeño gran mundo que habita bajo nuestros pies.
Mónica Gutiérrez López, Profesora de Zoología, Universidad Complutense de Madrid; Darío J. Díaz Cosín, Profesor Honorífico, Universidad Complutense de Madrid; Dolores Trigo Aza, Profesora Titular Universidad. Biología Animal y Ecología, Universidad Complutense de Madrid; Juan Bautista Jesús Lidón, profesor de Zoología, Universidad Complutense de Madrid y Marta Novo Rodriguez, Doctora en Biología (Zoología y Biología evolutiva), Universidad Complutense de Madrid
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.

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