Imagina estar en una conversación con otras personas y estar totalmente presente en esos diálogos, emociones y sentimientos. Sin pensamientos que te distraigan. Sin juicios, interpretaciones e inferencias que sesguen tu entendimiento. Aquí conocerás cómo lograrlo.

Para ayudarte existe lo que se llama “el triángulo de la presencia”, una combinación de tres aspectos esenciales que te permitirán generar conexiones de calidad con los demás y contigo; tener registro de qué te pasa emocionalmente y, a la vez, poder dialogar intercambiando información valiosa que va más allá del mero “oír” a los demás.

Se trata de Ver, Escuchar y Hablar, aplicados de una forma específica.

La presencia va más allá de lo físico: podemos estar con nuestro cuerpo frente a otra persona, y, sin embargo, la mente, el alma, el corazón o como quieras llamarlo, están a kilómetros de distancia. Sucede frecuentemente en vínculos cercanos cuando filtramos las instancias de comunicación, atravesándolas por nuestras creencias, paradigmas y consideraciones: esto hace que no podamos ver lo que sucede tal cual es, sino que lo percibiremos tal como somos nosotros en ese instante.

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Por eso, el acto de la presencia implica un nivel de involucramiento mayor. Está el peso contundente de conectar sincera y honestamente con quien está enfrente, y, a la vez, involucrarse profundamente con el vaivén de la conversación, sin despistes ni salidas del marco en el que se da la situación.

Los tres vértices del triángulo de la presencia

En cada vértice están tres aspectos fundamentales del acto de comunicación interpersonal mediante la presencia: el ver, el escuchar y el hablar.

Ver

Es una fase que nos permite construir un sentimiento de confianza y de respeto con la otra persona. Se trata de un registro de la presencia ante los demás donde se siente que hay atención, cuidado, intenciones constructivas y una búsqueda de entendimiento permanente.

Para derribar las barreras invisibles que suelen aparecer, lo que puedes hacer es soltar los juicios y reacciones que suelen aparecer cuando no eres consciente de la dimensión del Ver. Esto sucede porque todo tenemos modelos mentales que condicionan nuestra forma de actuar, y traban cualquier conexión.

En este vértice, buscarás contemplar el mundo desde la perspectiva de la otra persona. Para lograrlo, necesitas observar y ser consciente de tres dimensiones que están actuando al mismo tiempo:

1) En ti: lo que está pasando y sintiendo dentro tuyo. Por ejemplo, observar atentamente tus pensamientos que quizás te desenfoquen de la presencia con la otra persona, emociones que puedan aparecer, o reacciones que pudieses tener en automático.

2) En la otra persona: lo que le está pasando y sintiendo. En este caso puede ser útil explorar cuáles son sus patrones mentales, qué emociones aparecen, lo que puedan pensar que el tú sientes respecto a ellos.

3) El entorno en el que se da esta conversación entre tú y la otra u otras personas. Hay señales que ayudarán a mejorar la calidad de relación interpersonal, observando cómo te comportas tú y los demás respecto a lo que sucede alrededor. A modo de ejemplo, verificarías si hay condiciones para una atención plena, distracciones, tensión, o ruidos que dificulten el entenderse.

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Escuchar

En esta fase, que va en simultáneo con las demás, el enfoque está puesto en escuchar atentamente y entender a los demás -lo que no significa adherir ni justificar lo que están diciendo o declarando-.

El otro necesita tener la seguridad de ser escuchado, y aquí intervienen los dos hemisferios cerebrales: el izquierdo, más racional, por ejemplo, cuando cuentan su análisis de un problema y sus preocupaciones; y el derecho, asociado a lo blando, como cuando irrumpen emociones o sentimientos, o el tipo de palabras que se utilizan para describir algo y el impacto que ha producido un hecho que están relatando.

Otto Scharmer, profesor titular en MIT (Instituto Tecnológico de Massachussets), y autor de “Theory U”, y “Presence” junto a Peter Senge y otros referentes, identificó en este libro tres niveles de escucha:

A) Escucha radial, subdividida en dos niveles: 1) Escuchar para resolver cosas: en general, con mente cerrada al único objetivo de arreglar algo o persuadir al otro para que haga lo que se le indica. 2) Escuchar con la mente abierta, prestando atención a lo que dice el otro; sintetizar ideas para entender mejor, por ejemplo, “háblame sobre tal aspecto así comprendo mejor…”.

B) Escucha emocional, llamada por el autor como una escucha con el corazón abierto. Se busca identificar los sentimientos profundos, o, al revés, abrirse así ante los demás para ir a la raíz de la presencia. Por ejemplo: “Cuando me hablaste de tal aspecto percibí una emoción en tu voz…” o “Me da mucha curiosidad lo que planteas; ¿Podemos ser creativos juntos y encontrar una solución superadora?”

Fuente: Dreamstime

Hablar

Una vez que hemos logrado el rapport en un nivel más profundo con la otra persona a través de Ver y Escuchar, es importante que lo que compartas esté en sintonía con las necesidades detectadas de los demás.

Esto significa que un mensaje que ve profundamente y se escucha activamente, genera una instancia de empatía que refuerza el vínculo.

Para lograr un “hablar” que agregue valor, es importante tener en cuenta:

1) Lo que es importante para ti, sintetizado y en forma sencilla, donde puedas medir el impacto en la otra persona de inmediato. Para esto, es fundamental que trates siempre los asuntos desde la perspectiva del otro, y no en base a tus creencias y supuestos. En todo caso, luego habrá tiempo para poder indicar tu percepción y punto de vista -sin juicios de valor de por medio-; es decir, el mensaje puro.

2) Lo que es importante para la otra parte, donde incluirás los beneficios de ampliar las posibilidades de lo que están tratando, las implicancias y aplicaciones más grandes y trascendentes -por ejemplo, bajar a la realidad cómo impacta al equipo de trabajo o a la sociedad lo que están conversando-.

3) La esencia, el jugo de la conversación para que el mensaje que quede al final sea memorable. Esto puedes lograrlo repasando los puntos de acuerdo parciales, recapitulaciones sobre ejes centrales, y conclusiones de común acuerdo.

Lo ideal es pasar cada conversación a un plan de acción concreto, o acuerdos de ambas partes, buscando que se satisfagan las necesidades mutuas; aportar evidencias si suman para darle marco y profundidad, y un resumen final acerca de cómo se sintió la otra persona, y tú también.

Esta parte final es sumamente importante, ya que, de alguna forma, “sella” y blinda lo conversado en ese marco de situación específico, y hace énfasis en lo que se pudo construir en el proceso.

Como observas, el triángulo de la presencia aporta dimensión, profundidad y esencia a cualquier conversación que quiera ser valiosa, y va más allá del simple charlar sobre algo. Ahora ya tienes la herramienta para agregar valor en tus diálogos con los demás.

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