Somos seres emocionales que razonan. La emoción es anterior a la acción. En alguna medida, el 2020 ha sido un año que dejó en evidencia un amplio espectro de emociones por las que atravesamos motivando, a algunas personas, a tomar un registro más consciente, a observarlas y a aprender a gestionarlas. La invitación hoy es a pensarnos como protagonistas de los estados emocionales que experimentamos, dando lugar a la posibilidad de intervenir en éstos para crear espacios orientados a un mayor bienestar, convirtiéndonos en arquitectos de nuestro futuro.

En primer lugar, es importante destacar la diferencia entre emociones y estados de ánimo. Las emociones son específicas y reactivas, es decir, se originan a partir de un hecho preciso que puede ser identificado y, una vez que desparece el acontecimiento que la ocasionó, desaparece la emoción. Ese hecho específico condiciona y/o modifica el espacio de acción posible y esto es lo que genera una emoción determinada.

Por su parte, los estados de ánimo no siempre se relacionan con un acontecimiento especifico, sino que forman parte de la manera en que el ser humano observa e interpreta el mundo y, desde el cual actúa. El estado de ánimo condiciona nuestras acciones y comportamientos, son contagiosos y recurrentes. Por lo cual, si somos la suma de lo que hacemos todos los días podemos decir que forman parte de nuestra forma de ser y estar en la vida; constituyen nuestra identidad.

El punto de encuentro entre emociones y estados de ánimo es que ambos son predisposiciones para la acción. Cada uno de ellos, especifica un espacio de acciones posibles que parte de la interpretación que estemos haciendo de los hechos, de cómo estemos observando el mundo. Entonces, se nos presenta una oportunidad: la de cambiar las lentes para observar desde otra perspectiva, ampliar la mirada, resignificar y/o transformar el sentido que estoy dando a un evento en particular, con el fin de habilitar un espacio para la creación y diseño de nuevas acciones generando así, un cambio en los estados de ánimo que estemos experimentando en busca de un mayor bienestar.

Tenemos la posibilidad de tomar un rol de liderazgo con respecto a cómo gestionamos nuestros estados emocionales en lugar de ser actores secundarios que responden reactivamente a lo que acontece a nuestro alrededor, desligándonos de toda responsabilidad. Se abre una puerta para hacernos dueños de nuestras elecciones, tomar decisiones en función de éstas y ser constructores de nuestro futuro.

Si conocemos cuáles son los eventos que originan las emociones que experimentamos, tenemos la información suficiente para tomar acción e intervenir en la ocurrencia de ese tipo de eventos, ya sea para repetir esa experiencia emocional, así como también para no hacerlo.

Aceptar lo que acontece y la emoción que aparece para luego, conocer la causa que puede ocasionarlo y, desde ese lugar, elegir qué rol ocupar respecto a eso que se presenta y qué acción tomar en pos de generar y/o transformar espacios de bienestar.

Asimismo, en algunas situaciones sucede que, no es el hecho en sí mismo lo que genera un estado emocional determinado sino lo que “me digo” sobre ese acontecimiento en particular. La invitación en este punto es a hacer una pausa y preguntarnos: ¿Qué conversación estoy teniendo alrededor de lo que acontece?; ¿Cuáles son las creencias que prevalecen?; ¿Observo posibilidades, problemas o soluciones?; ¿Qué explicación y sentido estoy dando a esto que sucede?; ¿Qué posibilidades se presentan para mí y para el diseño de acciones que me generarán mayor bienestar a futuro?

Estas preguntas son disparadores que pueden servirnos para empezar a observar y observar(nos) como el punto de partida en la creación de un repertorio de acciones posibles que nos permitan conservar, modificar y/o transformar el estado de ánimo en el que nos encontramos buscando que estén alineadas y en congruencia según cómo queremos sentirnos.

Pareciera ser una buena noticia entendernos como los responsables de profundizar en autoconocimiento para vivir en concordancia con nuestro sentir y con lo que queremos experimentar y transmitir. Para eso, es necesario asumir el compromiso y tomar acción: ¿estamos dispuestos a convertirnos en los líderes de nuestra propia vida?

Quizás, el primer paso sea estar atentos y escucharnos, respetarnos y ser compasivos con nosotros mismos con el fin de ir construyendo un camino que refleje nuestros valores y deseos más profundos para entrar en conexión con nosotros y con nuestro entorno de una manera auténtica.

* La teoría sobre la que se basa esta Nota es desde la mirada ontológica del lenguaje de la cual Rafael Echeverría es autor.