Revolución o peligro: neurocientíficos desarrollan tecnología para escribir con el cerebro. Son profesionales de la Universidad de Stanford y anunciaron un avance que podría cambiar para siempre la forma en la que nos comunicamos: una inteligencia artificial entrenada para traducir pensamientos en texto en tiempo real.
Este hito se logró mediante una interfaz cerebro-computadora que interpreta la actividad neuronal y la convierte en frases escritas con una sorprendente precisión. La investigación, publicada en Nature Neuroscience, abre la puerta a una nueva era para personas con discapacidades motoras, pero también genera preguntas éticas y filosóficas sobre la privacidad del pensamiento.
¿Cómo funciona esta tecnología?
El sistema utiliza electrodos implantados en el cerebro para captar señales neuronales mientras una persona imagina hablar. Luego, una red neuronal profunda analiza y traduce esos impulsos en texto en una pantalla. Según los investigadores, el modelo puede reconstruir hasta 70 palabras por minuto con una precisión del 90%.
¿Cuáles podrían ser sus aplicaciones?
Más allá de su impacto en la medicina, los expertos creen que esta tecnología podría aplicarse en educación, comunicación alternativa y hasta en experiencias inmersivas en el metaverso. Sin embargo, aún se encuentra en fase experimental.
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¿Es peligrosa esta tecnología?
El desarrollo plantea dilemas sobre la privacidad mental: ¿qué pasaría si alguien pudiera leer nuestros pensamientos sin consentimiento?. Por eso, los científicos piden avanzar con regulaciones claras y éticas en paralelo a la innovación.
Este avance también genera preocupación: ¿podría abrir la puerta al espionaje mental? ¿Es posible que empresas o gobiernos usen este tipo de tecnología para acceder a pensamientos privados?.
Expertos en bioética ya están pidiendo que se legisle el llamado neuroderecho: el derecho a la privacidad mental, al libre albedrío y al control de nuestros propios pensamientos. “Estamos entrando en una nueva dimensión de lo humano. La pregunta ya no es si se puede hacer, sino si se debe”, advirtió Rafael Yuste, neurocientífico y pionero del movimiento por los derechos neuronales.