* Por Julián Corres, Licenciado en Ciencias Biológicas y Coordinador del eje Transformación Social Masiva del Centro de Desarrollo Sustentable GEO de la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad de Buenos Aires.

En los últimos días, en parte por la posible explotación en el Mar Argentino en busca de hidrocarburos y la falla catastrófica ocasionada por la compañía estatal mexicana Pemex que produjo que el mar “se prenda fuego”, ha crecido la preocupación de manera generalizada por una posible contaminación por petróleo cerca de las costas argentinas. En línea con aquella preocupación, en enero del corriente año, YPF, SHELL y la empresa noruega Equinor firmaron un acuerdo en donde se dividieron el bloque CAN 100. El bloque CAN 100 comprende 15.000 kilómetros cuadrados; siendo éste el bloque más grande de la Cuenca Norte del Mar Argentino.

Resulta fundamental destacar el potencial productivo de la Argentina, que durante mucho tiempo estuvo centrado en los recursos terrestres, comprendiendo que el mar argentino, tanto por recursos bióticos (como la pesca) y abióticos (como los hidrocarburos), nada tiene que envidiar del ecosistema terrestre. Sin embargo, es necesario recalcar los peligros que conlleva realizar una actividad de esta índole.

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En primer lugar, las exploraciones submarinas se basan en explosiones sísmicas que rebotan en el lecho marino y luego llevan información hacia los barcos en la superficie. Teniendo en cuenta que el sonido se desplaza más rápido y con menor pérdida de energía por agua que por aire, una explosión en un medio acuático no tiene el mismo impacto que una explosión en un medio terrestre. Estas explotaciones representan una gran amenaza para las especies que necesitan del sonido para guiarse y comunicarse (como los delfines y las ballenas).

Por último, debe hacerse referencia a la posibilidad de que se dé un derrame de petróleo. Históricamente, el derrame de petróleo de mayor magnitud ocurrió en el 2010 en la plataforma petrolífera Deepwater Horizon, situada en aguas del Golfo de México. Allí brotaron sin control cerca de 795 millones de litros de petróleo crudo.

Si bien este fue un caso extremo, lo cierto es que los peligros para las especies son reales. Las aves son algunos de los organismos más afectados por este tipo de eventos: estas actividades concluyen en envenenamiento directo, siendo potencialmente letal para las especies. Al mismo tiempo, pierden la capacidad de aislarse del agua lo que favorece su muerte por hipotermia. Más aún, cuando intentan limpiarse utilizando el pico, tienden a ingerir estos hidrocarburos por lo que terminan envenenándose.

Por otro lado, en los ecosistemas acuáticos la luz se encuentra estratificada, disminuyendo a medida que aumenta la profundidad, y el petróleo derramado sobre el agua genera impedimentos para el correcto pasaje de la luz, a través de una columna de agua, afectando el funcionamiento del ecosistema en su conjunto. Si bien todos estos efectos parecen ajenos a los seres humanos, es imperante recalcar que existe la posibilidad de consumo por parte de las personas de algún organismo previamente contaminado.

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Está claro que la situación económica y social en la Argentina requiere de inversiones externas que ayuden a generar empleo y el crecimiento del país que tanto se necesita. No obstante, es gracias a los procesos tecnológicos que se están dando en todo el mundo en materia de energía, transporte y generación de alimento, por poner algunos rubros como ejemplos, que se amplía el panorama de posibilidades a tener en cuenta para que el país salga adelante, no haciéndolo a expensas del ambiente.