Por Paula Torraco (@cooltobegood)

La vida a veces nos enfrenta con situaciones en las que tenemos que tomar decisiones disruptivas. Si bien en su momento no lo entendía bien, hoy puedo decir que, aunque hubo más de un catalizador, cambié mi vida por un robo y un amor.

Estoy sentada en mi balcón de la calle Bilderdijkstraat 128-2 en Amsterdam. En teoría es verano, pero para mí, que viví casi toda mi vida en Buenos Aires, verano no es sinónimo de llovizna y 17 grados. La semana que promete una mejoría, con máximas de 37. Así nos vamos acomodando, día a día, semana a semana. El concepto Budista de impermanencia a flor de piel. Si no saben de qué hablo, no se preocupen, yo lo descubrí hace solo algunos años.

Con el optimismo de la ignorancia, llegaba a Ámsterdam en septiembre de 2013. No puedo decir que mudarme a Holanda haya sido "una más de las mías". De hecho, creo que sorprendió a todos, incluso a mí.

Me mudé a los 30 años, dejando a mi familia, amigas, mis 10 años de carrera como diseñadora industrial, para empezar de nuevo en un lugar en el que no conocía a nadie. Lo que no sabía es que, para que una nueva vida comience, la otra tiene que terminar, o cambiar más de lo que uno imagina.

IMG-2318
Fuente: cortesía Paula Torraco

Cómo empezó todo

En pocas palabras, me desvalijaron. Había viajado a Europa con dos amigas, a visitar a otra que estaba en Madrid por un intercambio laboral. Cuando volví, me encontré con la sorpresa de que habían entrado en mi casa y me habían robado todo lo que con tanto esfuerzo había construido. Me invadió una sensación de impotencia y angustia enorme.

Al tiempo, y por un descuido bastante ridículo, descubrí al culpable. En ese momento, sin ser consciente de ello, mi vida cambió. Por algún motivo, tenía muy claro que enojarme y llenarme de bronca solo iba a afectarme a mí. Entonces elegí hacer algo por mí: lo perdoné y seguí adelante.

Para poner en perspectiva lo sucedido, doné lo que me quedaba a los vecinos del barrio de Saavedra (Buenos Aires, Argentina), que sí habían perdido todo en la inundación de ese mismo fin de semana de abril, y decidí rehacer mi vida.

Tenía que empezar de nuevo, pero en ese momento elegí hacerlo en aquel lugar que me había transmitido paz durante mi viaje: Amsterdam. Y es que es mucho más que el barrio rojo y los coffee shops. Allí descubrí un paraíso vegano y espiritual, con mucha conciencia sobre sustentabilidad y economía circular. Una ciudad con una escala perfecta para mí, donde la vida se hace en bicicleta.

Y por eso digo que fue por un robo y un amor, principalmente a mí, a darme la oportunidad de empezar de nuevo, de confiar en mi intuición y de entender que no podemos esperar resultados distintos si seguimos haciendo las cosas de la misma manera. Elegí transformar la adversidad en oportunidad.

Nunca vuelve el que se fue, aunque regrese

Rehacer mi vida en Ámsterdam no fue fácil. Me mudé 12 veces en tres años, y después de cinco años de trabajar en Customer Service -mi carrera de Diseñadora quedo en Argentina-, hoy celebro la oportunidad de tener un puesto que creé yo misma: "Company Culture Manager". Trabajo sobre un programa de concientización integral que busca acercar a la gente opciones para ser parte de este mundo de manera más responsable, cuidando el bienestar personal y el del planeta: #dreamjobalert.

Casi todas mis decisiones hasta ese momento habían estado más regidas por el deber ser que por lo que hoy entiendo como mi propósito en esta vida. Yo necesite ese "sacudón", porque estaba dormida, y la distancia me sirvió para encontrarme, me enfrentó conmigo misma. Con mucho trabajo interior, aprendí a estar sola, y a disfrutarlo.

Hoy mi mundo interior es mucho más profundo. Mi nueva rutina incluye yoga, meditación diaria, esforzarme por ser zero waste y poner mi curiosidad y energía al servicio de una vida más sustentable. También cambié mi alimentación por una 100% "plant based".

Como se imaginan, todos estos cambios fueron parte de un proceso, y tienen una historia detrás. Creo profundamente que estamos donde tenemos que estar, y que todo es aprendizaje para lo que vendrá.

Nuestra capacidad de reinventarnos es fundamental, pero solo nos llenará si va de la mano de nuestro propósito. ¿Escucharon hablar de ikigai? Bueno, va por ahí.