En Argentina, como en muchos países del mundo, la desnutrición y la pobreza están a la orden del día. En la actualidad, los números en el país latinoamericano son más escandalosos que nunca: 1 de cada 2 niños es pobre.

La buena noticia -si es que puede haberla en este contexto- es que siempre hay gente dispuesta a cambiar las realidades más duras con su trabajo, su esfuerzo y su corazón. Así es como llegó Akamasoa a Argentina, de la mano de Gastón Vigo Gasparotti e inspirada en la obra del Padre Opeka en Madagascar. Se trata de una obra que se está realizando en Lima (Zárate) y en Tigre, pero que espera replicarse en diferentes lugares del país y de latinoamérica.

Su principal objetivo: construir oasis de esperanza para los más necesitados de la sociedad.

De Madagascar a América Latina

Akamasoa es un término malgache que se traduce como “los buenos amigos”. Así es como el Padre Pedro Opeka bautizó a su asociación humanitaria en África hace casi 30 años.

Opeka es un sacerdote argentino que llegó a Madagascar con 22 años y decidió quedarse allí de forma definitiva para luchar contra la pobreza y fomentar la reinserción social y económica de las personas.

Hasta allí viajó Vigo Gasparotti, y su encuentro con la obra del Padre Opeka lo llevó a pensar que era posible crear un espacio de esperanza y de dignidad aún en medio de la crisis. Por eso, al volver, se reunió con la organización Más Humanidad y decidieron instalar Akamasoa en Argentina.

“Me gustaría construir un oasis de esperanza en Argentina como que el que ha hecho el padre Opeka en África. En Akamasoa encontré las herramientas para poder llevar adelante este sueño. La idea es poner de pie a los más débiles de la sociedad, para poder vencer la pobreza con trabajo, educación y disciplina”, aseguró Vigo Gasparotti.

Contra la pobreza y desnutrición

La obra se instaló en Lima, Zárate, y Vigo Gasparotti cuenta que cuando hicieron el primer relevamiento, los número fueron extremadamente dolorosos: de 442 chicos, 159 eran desnutridos y el 28% tenía la escuela primaria incompleta. Además de la situación habitacional, muy precaria.

A partir de entonces, se decidió encarar un verdadero proyecto que permita cambiar la realidad de toda esa gente, y mejorar la calidad de vida, pero sobre todo, convertir al lugar en un espacio sustentable, y que las mejoras sean perdurables en el tiempo.

Para ello, se está trabajando fuertemente en el reacondicionamiento del terreno, la puesta en marcha de una huerta hidropónica, la construcción de una cocina industrial, un taller de costura, un centro de capacitación en oficios y la vivienda de voluntarios.

Además, la construcción de dos aulas para que los adultos puedan finalizar sus estudios primarios y secundarios, sumado a la edificación de un espacio de usos múltiples. El programa implica una atención completa.

Aunque el primer paso, sobre el que ya se está trabajando fuerte desde el primer día, es acabar con la desnutrición. Actualmente se está ayudando a 180 niños desnutridos, lo que implica a 113 familias. El objetivo es que cada una pueda construir también un hogar digno y sustentable, y de a poco consiga herramientas para poder vivir sin depender de otros.

La sustentabilidad también es clave

Vale aclarar que parte del proyecto de Akamasoa en Argentina tiene que ver con la sostenibilidad. Esto tiene dos objetivos. El primero, clarísimo, es el cuidado del ambiente: este es uno de los principios fundamentales del proyecto.

Pero hay otro objetivo, no menos importante, que es la independencia. Para personas en situación de extrema vulnerabilidad, las energías renovables y sustentables son además una manera de poder vivir con dignidad: después de todo, el viento o el sol no son propiedad de nadie.

Por lo pronto, Akamasoa trabaja con calefones solares, ya que de las 186 casas que censó, el 69 por ciento no tenía agua caliente. Utiliza un sistema diseñado en Brasil que replica en Argentina la fundación Sumando Energías.

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Fuentes:

Akamasoa Argentina