Cecilia Payne-Gaposchkin es una astrónoma que brilló más allá de lo que su generación podría haber esperado. Sus descubrimientos poco conocidos por el mundo revolucionaron el mundo de la ciencia como hoy lo conocemos.

"Cualquier estudiante de secundaria sabe que Newton descubrió la gravedad, que Darwin descubrió la evolución y que Einstein descubrió la relatividad. Pero, cuando se trata de la composición de nuestro universo, los libros de texto simplemente dicen que el elemento predominante en el universo es el hidrógeno, y ya. Nadie se pregunta cómo lo sabemos… Como lo fue en su momento, Cecilia Payne-Gaposchkin sigue siendo hoy la astrónoma más famosa de la que nunca oímos hablar", dijo Jeremy Knowles, decano de la Facultad de Artes y Ciencias de Harvard, durante un acto de dicha Universidad en 2020.

Cecilia Payne fue una de las primeras mujeres en pisar las aulas de la prestigiosa universidad Harvard y más allá de ellas, sus laboratorios de ciencia. Fue una figura ilustre para la universidad y el antecedente obligado de todo aquel que mire al cielo para estudiarlo y entender la composición de la bóveda celestre que cubre nuestra existencia.

[También puede interesarte: Antonio Ripoll: el joven con autismo que conquistó su sueño de presentar documentales.]

¿Cuál fue el descubrimiento de Cecilia?


Algo que hoy nos parece a todos un tema básico en los estudios científicos: el hidrógeno como componente básico del universo, el átomo más simple que podemos encontrar en todas partes. El hidrógeno es el componente que existió poco después de la creación del universo, y sigue siendo el medio interestelar en el que se forman las estrellas, al mismo tiempo que es el combustible nuclear que mantiene a las estrellas irradiando luz a lo largo de mucho, mucho tiempo. Estos datos, aunque hoy podrían parecernos obvios, en realidad se los debemos a los estudios de la ilustre Cecilia.

Un ejemplo para el feminismo

Durante 700 años aproximadamente la institución de Cambridge fue exclusivamente masculina. En 1865 las mujeres comenzaron exigir su derecho a la educación superior, acto que fue altamente criticado por la sociedad del momento, si bien Cecilia llegó tiempo después esta realidad para las mujeres no había cambiado demasiado.

Cecilia nació en Wendover, Inglaterra en 1900, su padre murió cuando ella apenas tenía 3 años. Su madre quien notó su destacada inteligencia sobre todo hacia las áreas de la ciencia, la alentó para que se formara en torno a este mundo liderado por hombres hasta el momento. Sin lugar a dudas Cecilia era el preludio de un cambio de paradigmas.

f.elconfidencial.com_original_5e8_a7b_1e0_5e8a7b1e0d083a6420980c7fef62a179

Entró a la Universidad de Cambridge con una beca. Aunque la universidad había abierto sus puertas a las mujeres, había restricciones y Cecilia no escapaba a ellas: debía estudiar botánica, la única ciencia admitida para mujeres, esto no le impidió a Cecilia ir fijando su mirada poco a poco en la química y en la física.

Esta mujer lograba todo lo que se proponía, aunque ello representase un desafío. Logró matricularse en Física, aunque por supuesto, sería toda una aventura heroica, dada las circunstancias de la época. Cecilia asistía a clases en bicicleta, vistiendo vestido largo y sombrero como se esperaba de una dama. Debía sentarse siempre en primera fila, a la vista de todos los curiosos, y recibir el sarcástico saludo del famoso Premio Nobel (y por aquel entonces profesor) Ernerst Rutherford, quien la miraba fijamente y abría la clase diciendo:

“Bienvenidos, damas y caballeros” a lo que seguían aplausos y risas. Según palabras de Cecilia, “en cada conferencia deseaba poder hundirme en la tierra”.

Su primer trabajo como astrónoma

En 1923 viajó a Estados Unidos, país donde creía que habría más oportunidades para las mujeres. Allí consiguió ejercer por primera vez en el observatorio de la Universidad de Harvard. Harlow Shapley, entonces, le ofreció una remuneración de 500 dólares por formar parte de su equipo.

f.elconfidencial.com_original_fd3_91a_475_fd391a47596eaabdb98d54d55e992fe2

Su equipo de trabajo fue conocido como las “computadoras del observatorio” ya que todas esas mujeres eran auténticas maquinas al momento de trabajar. Dentro de sus compañeras se puede nombrar a Henrietta Swan Leavitt quien descubrió la relación periodo – luminosidad que define a las estrellas como variables cefeidas, descubrimiento que condujo a uno de los mayores avances del siglo XX: la medición del tamaño físico y la edad del universo.

Payne llevaba tiempo trabajando con datos estelares grabados en miles de placas de vidrio. Si bien solo los hombres astrónomos podían realizar trabajos de observación, un día Cecilia decidió mirar una de estas placas bajo la lupa de un joyero. Esto le dio pie a descubrir algo que la humanidad llevaba tiempo buscando: el material que compone a las estrellas.

[También puede interesarte: La "Greta Thunberg" catalana: es el momento de dejar a los animales fuera del negocio.]

En 1925 la astrónoma presento lo que se conocería como “El doctorado más brillante escrito en astronomía” y así pudo obtener el primer doctorado en Harvard en su campo. Payne utilizó el término “atmósferas estelares” y a través de él, explico como descubrió que el sol estaba formado principalmente por hidrógeno y helio. Esta afirmación sellaría miles de baches en la búsqueda incesante del ser humano por sus orígenes.

Si bien no todo fue fácil, y muchas personas se opusieron a sus estudios, el tiempo terminó dándole la razón. Una historia llena de valentía, determinación y brillantez que merece ser contada y conocida por todas las niñas y mujeres del mundo.

Fuente: El Confidencial