La educación es uno de los factores que más influye en el desarrollo de las personas y de la sociedad. Favorece la cultura, los valores permitiéndonos crecer y evolucionar como especie. Los educadores y las familias, sentimos en la mayoría de los casos, que damos todo lo que está en nuestras manos, para educar a nuestros niños lo mejor que sabemos. Pero esto no quiere decir que no podamos equivocarnos.

A lo largo de la vida, nos vamos encontrando con diferentes desafíos que, en muchas ocasiones, no hemos aprendido a hacer frente. Esto nos puede hacer perder en ocasiones la armonía y la eficacia de las cosas que hacemos si no estamos atentos. Por ejemplo, es evidente que las personas no nacemos violentas, pero sí podemos aprender a serlo. La violencia a lo largo de la historia se ha ido transformando, y hoy, una de sus caras se encuentra detrás de la tecnología.

Siento que hemos llegado a normalizar, en muchas ocasiones, situaciones altamente violentas que deberían de ser intolerables. Parece que, en algunas ocasiones, el uso de la violencia se llega a justificar para resolver algunos conflictos. Sin identificar los patrones por los que se crea esa violencia.

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Esto ocurre hoy en día con el acoso escolar y el ciberacoso, que desgraciadamente, es un fenómeno cada vez más conocido. Uno de cada tres jóvenes dice haber sido víctima de ciberacoso, según una encuesta de Unicef realizada en 30 países. Ante estas cifras debemos ser conscientes de que los responsables de estas actuaciones somos los adultos que acompañamos a los jóvenes con nuestro ejemplo y relaciones emocionales que compartimos con ellos.

El ciberacoso se da fundamentalmente en la etapa adolescente, cuando los menores empiezan a tener un contacto más frecuente con las redes sociales. Para muchos adultos resulta difícil supervisar el uso que hacen los niños de los dispositivos digitales y, mucho menos, llevar un control sobre su actividad en las redes sociales. No por ello se debe considerar imposible el manejo de esta cuestión, ya que lo más importante para evitar una mala experiencia en las redes es la educación en el consumo responsable.

Debemos ser conscientes de que para evitar que nuestros adolescentes sean víctima de esta realidad, tenemos que hacer un esfuerzo importante por mantener sólidos lazos afectivos con ellos, favoreciendo la comunicación sin juicios, la escucha y la tutela activa. Hacerse cargo de la educación tiene que ser una tarea activa. Promover valores es una responsabilidad que los padres podemos transmitir a través de los servicios y bienes que consumimos.

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Debemos practicar la comunicación asertiva y decir que no a los mandatos de la sociedad de consumo, pero ofreciéndoles alternativas a la realidad predominante. Si no queremos que se dejen llevar por ella, seamos consecuentes e invirtamos en educación.

Como ayuda a este proceso, te compartimos un recurso gratuito, donde puedes acordar con los niños y hablar antes de que suceda en conflicto los límites de tiempo, reglas de uso, control del contenido, etc. para mejorar la convivencia. Descarga el siguiente acuerdo para que puedas pactar un horario adecuado en el uso de la tecnología con los niños y niñas. Pincha aquí.