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17/07/2019
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El peor enemigo de la felicidad es la insatisfacción. Si quieres superar este obstáculo cuanto antes, empieza por revisar estos hábitos.
Muchas veces vivimos insatisfechos, sin saber muy bien por qué. Hacemos todo lo que se supone que debemos hacer, tenemos una vida que debería ser grandiosa y todo a nuestro alrededor está relativamente bien. Sin embargo, No nos sentimos como si todo estuviera bien.
Esto sucede porque, inconscientemente, hacemos las cosas por objetivos que no tienen que ver con nuestra felicidad, sino por otro tipo de motivaciones. Y, a fin de cuentas, dejamos de lado lo que verdaderamente queremos para nosotros.
Si este es tu caso, es posible que tengas estos malos hábitos. Si te sientes identificado con ellos, deberías empezar a buscar la manera de cambiarlos.
Un mal hábito que suele asociarse con la insatisfacción es el de estar siempre disponible para los demás. Está muy bien ser una persona presente en la vida de quienes amas, ser buen compañero y cubrir a tu colega en el trabajo ante un apuro o hacer un favor de vez en cuando. Ser una buena persona tiene valor, y está bien que así lo consideres.
Pero eso no quiere decir que tengas que decir siempre que sí a todo, sin importar tus ganas, tu tiempo o tus responsabilidades. Mira tu agenda para esta semana. ¿Cuántas de las cosas que tienes que hacer tienen que ver con lo que tú deseas, y cuántas con lo que los demás esperan de ti?
Si hay más cosas que responden a deseos ajenos que propios, hay un desequilibrio que deberías ajustar, que podría explicar por qué siempre tienes esa sensación de no estar haciendo suficiente.
Cuando no te sientes demasiado seguro de ti mismo, empiezas a buscar la aprobación de los demás como única forma de sentirte a gusto contigo. Entonces llegas al punto uno: vives para complacer a otros y que ellos digan que eres una persona maravillosa.
Pero por mucho que los demás te elogien, si tú no estás haciendo lo que de verdad te hace feliz, al final siempre sentirás un profundo vacío. Toca mirar hacia adentro, preguntarte qué quieres hacer, y animarte a ser fiel a eso, más allá de lo que cualquier otra persona pueda decir.
No te gusta discutir, está bien. Pero no puedes siempre darle la razón a los demás, incluso en contra de tus propios principios. Cuando algo no te gusta, mereces decirlo. No quiere decir que tengas que pelear. Simplemente dejar muy clara tu postura, y no dar el brazo a torcer porque sí.
Si el otro se enoja, el problema es suyo. ¡Tú no tienes la obligación de estar de acuerdo en todo con los demás!
No temas decir lo que piensas. De verdad, si alguien se enoja contigo por expresar tu opinión, verdaderamente esa persona no merecía estar en tu vida. Descubrirás que allí afuera hay muchos que piensan como tú, pero nunca lo sabrás si no empiezas a mostrar tu verdadero ser.
Lo dijimos en el punto anterior con respecto al enojo, pero vale para todo. Los sentimientos de los demás son asunto de los demás. Si empiezas a priorizar tu vida y tus intereses, a ser la persona que deseas sin querer complacer a nadie, recibirás críticas. ¿Sabes por qué? Porque muchas veces los demás nos usan como espejo de sus propios problemas, y cuando ese espejo pone en jaque a sus falsas seguridades, la reacción puede ser mala.
Pero el problema no está en ti. Son ellos los que desean que vuelvas a ser una oveja más del rebaño, para que ellos puedan sentirse cómodos y seguros. No te hagas cargo.
Mientras no le hagas daño deliberado a nadie, puedes relajarte en este momento. Tú a tus cosas y que los demás lo manejen como puedan.
Muchas veces es difícil marcar los límites. Sobre todo con las personas que más queremos, y sobre todo cuando tenemos a nuestro alrededor algún vínculo no tan sano. Entonces, nos convertimos en personas que están disponibles 24/7 para los demás.
En especial, en la actualidad: tenemos siempre el móvil prendido, puede que te encuentres a las 4 de la mañana sin poder dormir porque debes escuchar lo que tu amiga, que la está pasando mal, tiene para contarte... Aunque ella sabe que mañana madrugas para ir a trabajar.
O que descubras que mucho después de terminada tu jornada laboral, sigues trabajando para tu jefe por WhatsApp. O que resignas hacer cosas que te gustan para que tu pareja no se enfade contigo.
Saber poner el límite en las relaciones es muy complicado, pero si no consigues hacerlo nunca podrás encontrar aquello que deseas por ti mismo.
Todo lo anterior te lleva a estar siempre pendiente de lo urgente, siempre corriendo detrás de los deseos de todos, del “deber”, de la imagen. Y te dices que ya cuando termines todo eso vas a dedicarte a tu sueño. Que solo tienes que hacer una cosita más y luego llega el momento para ti.
Pero esas “cositas” terminan ocupando todo tu día, y cuando las terminas (si es que lo haces) solo tienes ganas de meterte en la cama y descansar. No te quedan fuerzas para hacer eso que deseabas y te dices que lo harás mañana. Un mañana que nunca llega.
Tienes que empezar a priorizar eso que quieres hacer, y no dejarlo para el final. Es lo que deseas, ¿no? Es lo que te hace feliz, ¿verdad? Pues el momento es ahora. No cuando te sobre un poquito de tiempo, porque eso nunca va a pasar.
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