Por Antonio Blanco Prieto, Universidad de Oviedo

Un grupo de cooperantes recorría hace décadas los desiertos de Somalia rescatando a pastores al borde de la muerte. En una de sus narraciones sobre África, el periodista Ryszard Kapuscinski recordaba cómo los nómadas, aún siendo conscientes de que en el desierto les esperaba la muerte segura, no querían separarse de sus camellos. Incluso en alguna ocasión los miembros de la ONG tuvieron que recurrir a la fuerza para separar a estos supervivientes de los esqueléticos animales.

Cuando llegaban al campamento recibían tres litros de agua al día para beber, cocinar y lavar, así como medio kilo de maíz y, una vez por semana, un saco pequeño de azúcar y un trozo de jabón.

A pesar del limitado racionamiento, aquellos somalíes eran capaces de ahorrar, de vender el maíz y el azúcar a los mercaderes que deambulaban por el campamento, acumular la suma necesaria de dinero para comprar un camello y huir de nuevo al desierto. Este era su verdadero motivo, su desenlace, y tenían claras expectativas de lograrlo.

Una meta no marca y define la conducta, pero supone el primer paso para establecer la intención, la guía simbólica capaz de orientar y dirigir el comportamiento hacia su consecución.

desierto somalia camellos

Las ilusiones dejan de ser etéreas cuando se transforman en metas, pues solo entonces la imaginación puede pasar a la acción. Esto no significa que un simple deseo, expresado como un fin, suponga la transformación del pensamiento en realidad, pero puede ser un primer paso para lograrlo.

Para los pastores del desierto somalí la intención de regresar al desierto no era un sueño ni un deseo intangible. Se trataba más bien de una intención concreta: ahorrar los productos necesarios y obtener con su venta el dinero justo para comprar otro camello y regresar al desierto.

Metas y expectativas

Nuestra conducta es básicamente intencionada, un reflejo de pensamientos orientados al logro de propósitos. Para el filósofo Ortega y Gasset vivir es ante todo esforzarse por producir lo que aún no hay, pues las personas tenemos que determinar qué vamos a ser en medio de nuestras circunstancias. La psicología contemporánea añade a esta reflexión la importancia de las metas para lograr aquello que deseamos ser.

Al mismo tiempo que fijamos metas estamos generando expectativas que afectan a la motivación pues, al establecer una finalidad, estamos reconociendo que la situación actual puede mejorarse. No obstante, entre la fijación de una meta y su logro se presenta un proceso dinámico en el cual pueden interferir diferentes variables psíquicas y sociales.

Aspectos como el carácter optimista o el temor al fracaso, las experiencias previas o el apoyo del entorno social son determinantes tanto de las expectativas que tengamos como de la valencia o valor asignado al fin.

También el reconocimiento por parte de otra persona y, sobre todo, nuestra propia valoración del rendimiento, nos aportará un incentivo necesario para la persistencia.

En este punto es necesario recordar que nuestra actuación en el escenario del mundo puede valorarse de forma significativa con independencia del papel y la función asignada. No en vano una enfermera de quirófano me recordó en una ocasión el magnífico papel del equipo de limpieza, sin cuyo trabajo las intervenciones no podrían realizarse por muy buenos que fuesen los equipos médicos.

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Voluntad para mantener las decisiones

Fijarse metas debe ir encadenado a definir intenciones, lo que supone transformar lo intangible en tangible. Dando su salto a nuestras vidas cotidianas, un deseo como puede ser hablar bien inglés debe transformarse en planes de acción tan concretos como pensar que “esta semana voy a buscar una buena académica de inglés y el próximo mes comenzaré a asistir a clases tres veces por semana”.

En este sentido, uno de los principales problemas de la motivación radica en la falta de voluntad para mantener las decisiones.

Hay momentos en los que intuimos objetivos, e incluso los definimos, pero deseándolos con cierta inmediatez, sin valorar el esfuerzo ni el tiempo exigido para su logro. Tampoco ajustando nuestras expectativas a la realidad, cayendo entonces en un estado de desánimo progresivo que inevitablemente bloquea la consecución del propósito.

Por este motivo, el logro de metas a corto plazo o pequeñas metas que de forma piramidal conduzcan a la cúspide tiende a incrementar nuestro compromiso con un objetivo a largo plazo. Esto es algo imprescindible si pensamos que el camino puede provocar desaliento. Especialmente en los primeros pasos, en los que suelen presentarse grandes tentaciones para dar marcha atrás y acomodarse en aquello que, a pesar de la insatisfacción que nos produce, al menos es conocido.

No en vano la ansiedad que provoca lo conocido es muchas veces más llevadera que la ansiedad generada por la incertidumbre.

Vistas alpinas o salchichas y cerveza

Es evocador el recuerdo que hace el filósofo Alain de Botton sobre los pensamientos de Nietzsche acerca de la sensación de plenitud que puede provocar alcanzar grandes metas. Tras renunciar a una plaza de profesor en la Universidad de Basilea a los 35 años, Nietzsche comenzó a disfrutar los veranos en una casa del pueblo suizo de Sils-Maria cercano al pico Corvatsch.

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En nuestros días, al pie de la montaña podemos encontrar un entorno adaptado para el aparcamiento en contraste con la cima del pico que se mantiene arrogante e inalterable.

Frente a la mediocridad de la base de la montaña, la calma y las vistas alpinas desde la cumbre proporcionan sensación de plenitud. Sin embargo el camino hasta la meta no está exento de sufrimiento; durante cinco horas el caminante debe sortear complejos obstáculos.

Además de una preparación física adecuada, solo una meta clara y retadora puede evitar que el desánimo se cebe sobre el montañero y le acabe tentando para echar la vista hacia la base que, aunque mediocre, al menos es conocida y ofrece un servicio de restaurante con salchichas y cerveza.

Antonio Blanco Prieto, Profesor asociado, Departamento de Sociología., Universidad de Oviedo

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.

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