Esto es lo que le ocurrió a Mary Anning, cuya autoría en el descubrimiento de grandes reptiles marinos y otros voladores extintos permaneció en las sombras durante años.

"She sells sea shells on the sea shore"

Este popular trabalenguas inglés está inspirado en nuestra protagonista y lo aprenden muchos niños ingleses en el colegio actualmente.

Se traduce como "ella vende conchas de mar en la orilla", y resume en gran manera cómo era percibida Mary Anning por la mayoría de los geólogos de su época. Sin embargo la realidad es que esta impresionante científica era mucho más que una buscadora y comerciante de fósiles.

Realizó algunos de los mayores descubrimientos paleontológicos de la historia y contribuyó a asentar las bases de la teoría evolucionista, que en su momento enfrentaba la fuerte oposición del pensamiento creacionista.

Mary Anning nació el 21 de mayo de 1799 en la ciudad inglesa de Lyme Regis. Su familia era pobre y protestante, lo que sumado a su condición de mujer, contribuyó a acentuar su exclusión de la sociedad científica de la época.

Además Mary no recibió ningún tipo de educación formal, por lo que todo lo aprendió de forma autodidacta leyendo y por su ávida curiosidad.

Desde muy temprana edad ella y su hermano Joseph comenzaron a familiarizarse con los fósiles gracias a su padre Richard. Este hombre, ebanista de profesión, se aventuraba frecuentemente en los acantilados escarpados de Lyme en búsqueda de cualquier resquicio del pasado que pudiera ser vendido a coleccionistas y con ello alimentar a su familia.

No obstante, en 1810 sufrió un accidente al caerse por un barranco que lo dejó delicado de salud, y poco tiempo después falleció de tuberculosis.

La muerte de su padre, cuando ella apenas tenía diez años, supuso un fuerte golpe para la economía familiar. Los obligó a recurrir a la caridad e hizo que los hermanos retomaran la peligrosa búsqueda de fósiles por su cuenta para intentar subsistir. Al año siguiente se produciría su primer gran descubrimiento.

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Algunos de sus grandes aportes a la paleontología

En 1811, siendo apenas unos niños, Mary y Joseph encontraron el primer esqueleto de un ictiosaurio, un enorme reptil marino que habitó nuestros mares en la época de los dinosaurios.

Este hallazgo llamó la atención tanto del pueblo como de la comunidad científica, que quedaron anonadados con este aparente monstruo prehistórico. Un grupo de científicos no tardó en comprar los restos por un valor irrisorio de 23 libras y realizar publicaciones científicas sobre los mismos sin nombrar a ninguno de los Anning en ellas.

A pesar de ello, el boca en boca, hizo que en 1817 un rico coleccionista inglés llamado Thomas Birch llegara a las vidas de la familia. Birch ayudó a los Anning comprando numerosos fósiles y, cuando más tarde Joseph decidió cambiar de vida y dedicarse a la tapicería, apoyó a Mary social y económicamente.

Esto último permitió que se dedicara a su investigación con mayor tranquilidad durante un tiempo.

En los años posteriores siguió encontrando increíbles restos de invertebrados como los ammonites y belemnites; aunque no fue hasta 1823 que realizó su segundo gran hallazgo: el primer esqueleto de un plesiosaurio.

Este era otro reptil marino extinto de metros de longitud que se encontraba en perfectas condiciones. De nuevo su anatomía era tan extraña y la información se difundió tan rápido que surgieron rumores de que era falso.

Esta duda fue apoyada inclusive por el gran zoólogo francés Georges Cuvier que acabó programando una reunión de la Sociedad Geológica de Londres para tratar el tema.

Evidentemente Mary no fue invitada a dicho encuentro y se confirmó la autenticidad de los restos.

En 1826, Mary reunió el dinero suficiente para comprar una casa y abrir una tienda de fósiles llamada "Almacén de fósiles Anning". Este último fue visitado por personajes importantes tan variados como renombrados.

Científicos, reyes y coleccionistas no pudieron contener su curiosidad y pasaron a ver con sus propios ojos las maravillosas criaturas que en él se exponían.

Poco después, en 1828, Mary descubriría un magnífico espécimen de pterosaurio, un reptil volador que vivió durante casi todo el mesozoico y posteriormente descubrió otras especies de peces extintas.

Junto al paleontólogo William Buckland, uno de los pocos científicos que nombraría a Mary como su descubridora, sería pionera en el estudio de los coprolitos: las heces fosilizadas.

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Fosil ictiosaurio
Fosil ictiosaurio

Últimos años y reconocimiento póstumo

Pese a dedicarle toda una vida a grandes descubrimientos y rodearse de gente importante, Mary Anning fue considerada una intrusa hasta su muerte y las dificultades económicas la acompañaron hasta la tumba.

En 1847 con tan solo 47 años muere de cáncer de mama. Además, paradójicamente la misma Sociedad Geológica de Londres que tantas veces le cerró las puertas en vida, terminó escribiendo un obituario en su honor por ser el presidente en ese momento un amigo de Mary.

Si bien unos pocos paleontólogos y geólogos reconocieron su trabajo en vida y colaboraron con ella en distintas campañas de investigación, la mayoría aprovechó su condición privilegiada para apropiarse de los fósiles descubiertos por ella y su divulgación.

En décadas posteriores a su muerte su figura apareció cada tanto en obras literarias, canciones o películas. Lamentablemente en muchos casos eran personajes que poco resaltaban su labor científica y su real importancia en la historia.

Finalmente, tal vez les sorprenderá aún más saber que no fue hasta 2005 que su nombre apareció en el Museo de Historia Natural de Londres y que recién en 2010 fue nombrada por la Royal Society como una de las diez científicas británicas más influyentes de la historia.

El caso de Mary Anning es solo uno de los muchos ejemplos de mujeres que tuvieron un papel clave en la historia pero que por su género fueron subestimadas y olvidadas.

Esto puede parecer un caso cerrado en la actualidad, pero no está de más recordar que hoy en día siguen existiendo lugares en los que las mujeres no pueden estudiar, mucho menos soñar con ser científicas. A ellas y a ustedes les dedico esta frase de Malala Yousafzai: "No podemos avanzar todos, si a la mitad se nos deja atrás”.

Bibliografía

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