El 21 de agosto de 2017 tuvo lugar el último eclipse solar total hasta el momento. Estos eclipses son los menos comunes y se dan cuando la luna, desde nuestro punto de vista, cubre por completo al sol y durante unos minutos o segundos, el día se convierte en noche.

Diversas fuentes teóricas indicaban que las abejas disminuirían paulatinamente su nivel de actividad a medida que el sol fuera ocultándose, pero nadie nunca lo había probado, hasta ahora.

Investigadores estadounidenses demostraron que los insectos fueron adaptando su nivel de actividad lentamente, hasta dejar de zumbar. Los investigadores y centenares de voluntarios colocaron micrófonos a lo largo de unos 3.000 kilómetros de la trayectoria que seguiría el eclipse para llevar a cabo el experimento.

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Fuente: Herald Sun

Candace Galen, principal autora del estudio publicado en Annals of the Entomological Society of America, le dijo a la Universidad de Misuri: “Preveíamos que, dadas las muchas referencias en la literatura, la actividad de las abejas disminuiría a medida que se atenuara la luz durante el eclipse y llegaría al mínimo durante la totalidad”. Sin embargo, la manera tan abrupta en la que lo hicieron fue muy inesperada.

Diversas fuentes indican que las abejas disminuyen su velocidad tanto al atardecer como antes del amanecer, para adecuarse menor a una visibilidad reducida, y los expertos estimaban que este proceso se repetiría durante las diversas fases del eclipse, y el experimento les dio la razón.

Entre los resultados también se pudo notar que durante los dos minutos y 40 segundos que duró la ocultación total del sol, de los centenares de zumbidos, todos desaparecieron. Pero antes y después del eclipse, las abejas siguieron zumbando, como si hubiese atardecido y amanecido extremadamente rápido.

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Fuente: Cosmos Magazine

Otro resultado notable es la tendencia al alejamiento de los zumbidos a medida que avanzaba el eclipse. Según los investigadores, esto es un indicador de que las abejas regresaron en masa a sus colmenas, y luego emergieron rápidamente a medida que regresó la luz del sol. Esta observación coincide con declaraciones de apicultores que alegaron haber visto a sus abejas volar en masa a sus colmenas durante el eclipse de 1932.

Con la ayuda del estudio, se concretó que varias otras especies de antófilos también presentan esta conducta y se dio a conocer que lo que la propicia es la ausencia de luz, y no de la temperatura, que disminuyó hasta 15ºC por debajo de la media durante el eclipse.

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Fuente:

El País