La ansiedad no es algo que surge en la actualidad ante la incapacidad de lidiar con los problemas del presente. Ya en la antigüedad era un problema común, que además podía afectar a personas tan importantes como al mismo político y filósofo Séneca. Él dijo: "Hay más cosas que nos asustan que las que realmente pueden aplastarnos; sufrimos más a menudo en la imaginación que en la realidad".

La ansiedad es como una prisión en nuestra cabeza. No nos permite ser felices porque nos mantiene preocupados por cosas que aún no suceden, genera un miedo irracional sobre aspectos de nuestra vida que parecen importantes, pero que realmente no lo son todo.

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Por ejemplo, hoy en día es muy común tener ansiedad en el trabajo. Es cierto que pasamos gran parte del día en la oficina y que nuestros ingresos muchas veces dependen de ese empleo, pero la inmensa ansiedad que genera la idea de perder un trabajo no se condice con las verdaderas posibilidades de que eso suceda.

Somos seres racionales, pero es ahí mismo donde radica la causa de nuestra ansiedad. Entonces, podríamos decir que es algo natural en los seres humanos. Sin embargo, existen momentos en los que debemos enfocar nuestra atención en el verdadero problema. Es decir, no en lo que creemos que pasará, que es la razón por la que tenemos ansiedad, sino en la ansiedad en sí misma.

¿Cuándo es un verdadero problema?

Si la ansiedad que sientes se vuelve enfermiza, debes dejar de considerarla parte de tu vida diaria y necesitas encontrar la manera de deshacerte de ella. Estos son algunos signos que indican que se ha vuelto un verdadero problema:

  • Surge como una respuesta desproporcionada a situaciones cotidianas, como no encontrar un lugar para estacionar.
  • Es tan intensa que se vuelve un verdadero sufrimiento y obstaculiza lo que tenemos que hacer.
  • Es prolongada y nos impide vivir con normalidad.
  • Se vuelve incontrolable y nos genera impotencia e ira hacia nosotros mismos.

Lamentablemente, la ansiedad muchas veces nos coloca en una posición inesperada, pues nos absorbe, cansa y limita. Dejamos de ser esa persona proactiva y nos convertimos en una cáscara de lo que en algún momento fuimos. Nuestra capacidad se ve limitada y no podemos actuar en función de las cosas que queremos solucionar.

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Pedir ayuda es importante. Si crees que no lo estás logrando por tu cuenta, no hay nada como acercarte a un ser querido y sacar lo que hay dentro de ti. Muchas veces no nos acercamos a ellos porque creemos que nos van a juzgar, pero en verdad las personas son mucho más empáticas de lo que creemos.

El primer acercamiento puede demostrarte que no estás solo en esto, pero recuerda que un problema real necesita de un profesional. Permite que una persona con experiencia y entendimiento profesional de lo que sucede hable contigo. A partir de ahí, se pueden encontrar distintas maneras de solucionar el problema, que pueden ir desde la meditación hasta un tratamiento médico y no invasivo.

Somos seres bastante volátiles. Muchas veces no queremos aceptar que algo nos sucede porque va en contra de lo que hemos sido toda la vida, pero hay que aceptar que lo que vivimos y pensamos cambia cada día, por lo que no es imposible que un día la ansiedad llegue a nosotros.

Y tú, ¿qué haces para lidiar con la ansiedad?

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Fuente:

Infobae