Los paradigmas colectivos que predominan en occidente han premiado las habilidades racionales por sobre las habilidades humanistas, que no son tangibles ni generan una riqueza directa.

Estas habilidades racionales se relacionan con el hemisferio izquierdo del cerebro, encargado de la lógica, cálculos matemáticos, noción del tiempo, estructura del lenguaje, lectura y escritura. En resumen, es la que nos permite descifrar analítica y racionalmente.

Pero tener una noción del mundo tan racional solo considera media verdad, dado es la perspectiva de solo la mitad del cerebro. Todo el contenido de la conciencia que muchos suelen llamar con displicencia “irracional, ilusorio y/o fantástico” no es más que la facultad del ser humano de mirar el mundo desde el polo opuesto: el hemisferio derecho.

El problema es que mirar el mundo solo desde la perspectiva racional lineal no nos permitirá sortear la crisis que vivimos. Y es que una situación peligrosa y desconocida no puede resolverse por un proceso analítico del hemisferio izquierdo. Es el hemisferio derecho, con su percepción de conjunto de la situación o mirada sistémica, el que nos da la posibilidad de actuar de manera serena y creativa.

De esta manera, para afrontar el entorno VUCA, volátil, incierto (uncertanity en inglés), complejo y ambiguo en que nos encontramos y según expertos continuaremos viviendo, se vuelve fundamental tomar consciencia de que nuestros paradigmas colectivos están sesgados, y que eso afecta la forma en que percibimos la realidad y el futuro que podemos imaginar.

En otras palabras, todos tenemos de cierta manera una “incapacidad educada”, mientras más éxito y experiencia tengamos mayor será nuestro sesgo, y tenderemos a afrontar situaciones disruptivas extrapolando el pasado.

Para superar esta incapacidad que nos limita, se hace necesario desarrollar la capacidad de desaprender los paradigmas y creencias que hemos adoptado a través de nuestros años de educación y experiencia laboral, para aprender nuevas concepciones que nos permitan crear un mundo más próspero y afrontar las próximas disrupciones que se nos vienen, como serán los efectos del cambio climático, aumento de la población, aumento de la pobreza y recesiones económicas, entre otros.

En palabras del escritor y futurista Alvin Toffler: “Los analfabetos del siglo XXI no serán aquellos que no pueden leer y escribir, sino aquellos que no pueden aprender, desaprender y volver a aprender”.