Por lo general, en varios momentos de la vida sentimos la necesidad y el deseo de hacer modificaciones. Puede ser cambiar de empleo o profesión, reconocer que la relación afectiva en la cual estamos ya no nos satisface, o que nuestro estado físico no es el ideal. Tal vez, darnos cuenta de que seguimos una dieta poco saludable o que nuestros días están afectados por el desorden. Estos son unos pocos ejemplos de situaciones habituales que pueden estar afectándonos y perjudicando nuestra deseada calidad de vida.

La primera reflexión que debemos hacer es que, casi siempre, los aspectos negativos de estas situaciones van a ir aumentando si no hacemos algo al respecto. Tengamos presente este principio básico y de sentido común: si continuamos actuando de la misma manera, obtendremos los mismos resultados.

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Lo importante es prestar atención a esos malestares o síntomas y no dejarlos pasar, porque corremos el riesgo de naturalizarlos e ir habituándonos a ellos, hasta el punto en que se produzca una situación más difícil de soportar y en algunos casos irreversible.

Las situaciones pueden ser múltiples y, en general, al agravarse afectan en forma expansiva prácticamente todos los aspectos de nuestra vida, y por extensión también de la de las personas más próximas. Por eso es tan importante hacer algo, no dejar pasar la energía del denominado momento mágico.

Como primera medida, analicemos lo que nos pasa. Para ello, una de las mejores cosas que podemos hacer es mirarnos a nosotros mismos desde otra perspectiva. En forma similar al comandante de un ejército que antes de emprender una acción bélica observa una maqueta, reconoce y analiza la situación, evalúa sus fuerzas, planifica las acciones que deberá llevar a cabo para conquistar sus objetivos y calcula cómo impactarán esas acciones en el resultado futuro.

Mujer meditando en bosque

Al realizar esa evaluación, es bueno tener en cuenta las medidas y los valores. A veces se presenta un problema porque estamos acostumbrados a recurrir a la cuantificación. Por ejemplo, 4 es igual a 4 o menor que 5 o mayor que 3. Sin embargo, este no es un criterio aplicable a los valores, y a lo que significan para cada uno de nosotros.

Hay otra forma de evaluar las acciones a seguir: utilizar la intuición. Al tomar decisiones basándonos en la intuición, potenciamos nuestra libertad de decidir por sobre las opiniones de los demás o lo que hace generalmente la mayoría. Y esto me parece fantástico, porque estamos determinando el tipo de persona que queremos ser y la vida que resolvemos tener.

Si no actuamos así, andaremos a la deriva, dejando que los demás decidan por nosotros. Seguiremos siendo “los grises” que llenan este mundo de razones sin razón.

Lo que empezó como una dificultad o necesidad de cambio, podemos transformarlo en una oportunidad preciosa para celebrar en la acción lo especial de la condición humana, eso que nos hace ser únicos.

Cada cambio es una oportunidad. Tengamos presente que vivir es elegir.