El síndrome del caballero blanco caracteriza a muchas de esas personas que sufrieron algún abandono en el pasado. Su necesidad por salvar y solucionar los problemas ajenos es casi compulsiva, aunque no siempre lo hacen de la mejor manera.

La conducta de este perfil proviene de un historial de abandonos, traumas y afectos no correspondidos. De ahí que su capacidad para empatizar con el dolor ajeno sea muy elevada. Aunque la ayuda que prestan no es siempre la más acertada.

Muchos conocemos a un rescatador de estos, a alguien que parece tener un radar con el cual detectar necesidades y ser el abanderado de la utilidad. En ocasiones, como bien sabemos, esa ayuda puede ser intrusiva. Puede incluso causarnos incomodidad o llegar a vetar la oportunidad de ser responsables y solucionadores de nuestros propios problemas.

Son personas a menudo invisibles, un perfil comportamental que tiene tras de sí heridas que nadie ve, nudos que no han resuelto de manera efectiva.

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Su máxima aspiración es iniciar relaciones afectivas con personas dañadas o vulnerables. Ese vínculo les puede permitir ser de utilidad, reparar afectivamente al otro, reafirmarse y reafirmar al mismo tiempo a la pareja.

Características del síndrome del caballero blanco

Este síndrome fue descrito en el 2015 por las psicólogas y profesoras de la Universidad de Berkekey, Mary C. Lamia y Marilyn J. Krieger.

Un pasado de abusos, la figura de unos padres autoritarios o la falta de un apego saludable y afectuoso en la infancia, suelen ser factores comunes a la hora de dar forma al síndrome del caballero blanco. Haber vivido varias experiencias de abandono, tanto a nivel familiar como de parejas afectivas, suelen ser otros disparadores.

Son personas muy vulnerables, con baja tendencia a la frustración, se sienten ofendidas y decepcionadas por actos a menudo insignificantes.

Carecen de ecpatía, es decir no separan la realidad emocional ajena de la propia, de ahí que sufran abundantes contagios emocionales. No saben poner límites y se identifican de tal modo ante quien sufre, ante quien está preocupado o asustado, que lo que consiguen a menudo, es intensificar aún más le sufrimiento ajeno.

También son proclives a construir relaciones afectivas muy dependientes; ansían serlo todo para la otra persona. Buscan ser ese apoyo imprescindible, ese nutriente cotidiano y esa otra mitad indispensable.

Pero algo así acaba generando infelicidad y un alto coste emocional para ambas partes.

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Tipos de caballeros blancos

El caballero blanco altamente empático: En este caso tenemos a alguien que establece una conexión emocional desmesurada con su pareja u otra persona. Pero esa empatía se convierte a menudo en una fuente de miedos extremos. De ahí que aparezcan los celos, el deseo de control, la angustia ante la idea de ser traicionados.

El caballero blanco idealista: Esta tipología define a esa figura que busca personas a las que rescatar y reparar. Ansían crear a alguien perfecto, a alguien ideal. Ser responsable de esa mejora les permite a su vez a ellos llenarse de gloria.

El caballero blanco asustado: De entre todos los tipos de caballeros blancos, este es el más problemático. Encierra tras de sí a una persona que arrastra graves traumas (abusos, maltratos…). Sienten la necesidad de ser de ayuda a los demás, sin embargo no saben cómo prestar esa ayuda, como acercarse a los demás, como ofrecer afecto.

El caballero blanco “equilibrado”: Es ese salvador centrado y respetuoso que atiende las necesidades de su entorno. Da apoyo con libertad respetando al otro y se esfuerza siempre por hacerlo bien. No obstante, sigue siendo una conducta compulsiva y por tanto poco ajustada.

El síndrome del caballero blanco se resuelve de una sola manera: salvándonos primero a nosotros mismos. Emprendiendo un viaje a lo más profundo de nuestro universo interno, ahí donde enfrentarnos a los propios demonios para entenderlos, vencerlos y llenar de luz nuestros rincones más oscuros.

Fuentes:
La mente es Maravillosa
Diario del Sureste