Amenaza invisible: se propaga el hongo que alarma a la ciencia. Se trata de una especie de organismo fúngico resistente y mortal se expande en hospitales y espacios urbanos. Qué se sabe sobre su origen, por qué es tan difícil de erradicar y cómo podría afectar la salud global.
Amenaza invisible: se propaga el hongo que alarma a la ciencia
En los últimos años, los científicos han encendido las alertas por la propagación de un hongo que no solo es difícil de detectar, sino que además resiste a los tratamientos antifúngicos más comunes. Se trata de Candida auris, un patógeno emergente considerado por la OMS como una de las mayores amenazas fúngicas a nivel mundial. Su expansión silenciosa, sobre todo en ambientes hospitalarios, preocupa por su alta letalidad y la capacidad de sobrevivir en superficies por días.
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¿Qué es Candida auris y por qué preocupa?
Candida auris es una levadura que puede causar infecciones graves en personas con el sistema inmunológico debilitado. Lo que lo vuelve especialmente peligroso es su resistencia a múltiples antifúngicos, su rápida capacidad de propagación y su dificultad para ser identificado con métodos de laboratorio convencionales.
¿Cómo se propaga este hongo letal?
Este hongo se transmite principalmente por contacto con superficies contaminadas o a través del personal sanitario. Es capaz de colonizar la piel, catéteres y otros dispositivos médicos, y sobrevive durante mucho tiempo en camas, perillas, ropa o instrumentos quirúrgicos. Un brote en un hospital puede expandirse rápidamente si no se detecta a tiempo.
Desde su descubrimiento en 2009, se han detectado brotes en más de 30 países, incluyendo Estados Unidos, India, España, México y Argentina. En algunos hospitales, la tasa de mortalidad por infección de C. auris llega al 60%, especialmente en pacientes con enfermedades previas.

¿Por qué resiste a los tratamientos?
La principal amenaza de este hongo es su resistencia a los tres tipos principales de medicamentos antifúngicos: azoles, equinocandinas y polienos. Esto complica su erradicación, ya que muchas veces se requiere una combinación de terapias agresivas o incluso aislar al paciente para evitar contagios.
Organismos como la OMS y los CDC han emitido guías para reforzar la limpieza de hospitales, mejorar la vigilancia microbiológica y promover el desarrollo de nuevos antifúngicos. Sin embargo, la falta de diagnóstico rápido y la alta resistencia del hongo siguen siendo desafíos urgentes.