Parece tratarse de una historia vieja, de ésas que pueden leerse en los libros de hojas amarillas y polvillo en el lomo. Sin embargo, no lo es. Y aunque lleva en sí misma el arte de la reinvención constante, basta correr un poco el velo para volver a verla a los ojos.

Hablamos sobre todo de lo que en algún momento no tuvo dueño o, mejor dicho, de lo que solo conoció compañeros que la consideraban parte sagrada de sus vidas y no un mero escenario de ellas: la tierra; tan habitual, tan cotidiana y, sin embargo, tan poco nuestra.

América, así como muchas otras regiones en el mundo, lleva consigo una historia de explotación, de violencia y de represión a los cuerpos y creencias de miles de pobladores originarios que habitaban las tierras antes de los mal llamados "descubrimientos".

En Argentina fue directamente el Estado quien ideó y llevó adelante un plan de exterminio que impuso a los originarios la cultura y la cosmovisión europea "a sangre y fuego".

Pero esa historia no terminó y a pesar de que a las armas también se sumaron la exclusión social, la desigualdad de derechos e incluso la propia ley y justicia, los originarios siguen de pie. 

represión mapuche

Hace muy poco marcó agenda en los medios la represión por parte de Gendarmería y policía a la comunidad Pu Lof en Resistencia, del Departamento Cushamen en Chubut, Argentina; que hirió a algunas personas con armas de fuego (una de ellas en el rostro), golpeó y detuvo a 7 personas, y cerró todos los accesos a las tierras en las que permanece establecida la comunidad.

Antes de esto, se emitió una ordenanza, por parte de un juez federal de Esquel (Otranto), para despejar las vías del Viejo Expreso Patagónico "La Trochita" que estaban bloqueadas por la comunidad; y, a la vez, se realizó un allanamiento por supuesto hurto de ganado; una acusación estigmatizante casi tan vieja como llamarle "desierto" al hogar de miles de originarios que murieron en el genocidio que implicó "La Campaña al Desierto" en Argentina.

Han circulado, al respecto, fotografías e información que, lejos de comunicar, entorpecen y tergiversan el reclamo (histórico) que sostiene ésta y miles de comunidades originarias en todo el mundo.

¿Qué es lo que reclama la comunidad?

El 13 de marzo del 2015, la comunidad mapuche de Cushamen se decidió a recuperar su territorio tan sagrado como antiguo en su historia, volviendo a una de las estancias que desde los años ’90 pertenece a Luciano Benetton.

Recuperar sus tierras productivas y sagradas, considerando al latifundio y la explotación como la fuente de su pobreza y situación de dominación, es uno de los propósitos no solo de los mapuches, sino de muchas otras comunidades excluidas, marginadas y vulneradas en el mundo.

¿Por qué "recuperar"? Esas tierras pertenecen legalmente a la compañía multinacional Benetton, que además de prendas de vestir, tiene más de un millón y medio de hectáreas en la Patagonia Argentina. Una elección nada azarosa: en la Patagonia se concentra el 80% de las reservas petroleras, grandes recursos hídricos y existe una gran diversidad de flora y fauna.

Benetton adquirió estas tierras mediante The Argentine Southen Land Company Limited o Compañía Tierras del Sud Argentino. Pero, ¿de dónde salieron? El Estado Argentino las donó en 1800 a ciudadanos ingleses. Esa misma suerte corrió la estancia Laleque, a la que pertenecerían las tierras en conflicto.

Pero bien sabemos que esas donaciones tuvieron, como trasfondo, el desalojo (y despojo) de las comunidades originaras de su territorio ancestral. Ahora bien, a nivel legal, la respuesta nada sorpresiva al control territorial de la comunidad movilizada fue la denuncia penal por usurpación, y el inicio de una avalancha de amenazas e intentos de desalojo. La comunidad entonces, busca recuperar lo que siempre les perteneció. 

Además, como señalan quienes viven allí, en ese lugar hace algunos años se vienen realizando cateos mineros que, de avanzar, podrían contaminar las aguas del río Chubut que recorre alrededor de 800 kilómetros. Resistir es también frenar estos emprendimientos sojeros, hidroeléctricos o petroleros. 

Por eso, además de la recuperación de sus tierras, la comunidad defiende su derecho a una vida digna, acorde a su cosmovisión, y protegida de la pobreza, la explotación laboral, la trata de personas y la violencia institucional. 

represión chubut, argentina

La violencia y represión, que en escala fue mucho mayor que otros atropellos, fue repudiada por organismos de derechos humanos nacionales e internacionales“La orden emitida (por parte de la Justicia) no encuentra correlato con los hechos de la realidad. Amnistía Internacional condena la falta de un eficaz control judicial sobre los alcances y exabruptos que fueron cometidos en territorio. La opacidad, falta de transparencia y rendición de cuentas no pueden ser los principios que atraviesan los operativos policiales”, señaló la directora ejecutiva de Amnistía Internacional. 

comunidad mapuche represión

Un conflicto con eco mundial

"No es una lucha individualista, no estamos defendiendo el territorio exclusivamente para el pueblo mapuche, porque si avanzan estos proyectos mineros o petroleros, la destrucción queda para todos los que viven aquí",  señaló en una entrevista Soraya Maicoño, integrante de la comunidad.

Lo que sucede es que, más allá de los hechos puntuales (y repudiables) de violencia en los que hicieron foco algunos medios, este conflicto no es el único y lo que hace, a nivel general, es poner sobre el tapete algunas cuestiones. Por un lado, la importancia de la tierra y su continua disputa; por otro, la violencia institucional y física que sufren (por lo general, desde el silencio, ya que difícilmente llegan a conseguir una primera plana) aun hoy los pueblos originarios a manos de las "fuerzas de seguridad" que parecieran ser solo agentes de protección de la propiedad (injustamente) privada. Y por último, la criminalización de la protesta, que estigmatiza a los protagonistas como amenazas a la paz social. 

Casos como el del asesinato de Berta Cáceres, en Honduras, ponen de manifiesto que el conflicto incluye pero excede Argentina. Donde haya comunidades dispuestas a defender su tierra, el camino no será para nada sencillo. Así es siempre que la riqueza cultural y ambiental se enfrenta con la material y el rédito económico.

Una situación similar sucede también en Estados Unidos con el oleoducto Dakota Access Pipeline, proyectado en tierras consideradas sagrados por los SIOUX.

Ya señalaba la ONG Global Witness que el 2015 había sido el año con más militantes socio-ambientales y territoriales asesinados, 40% de los cuales eran miembros de pueblos originarios; y ésta podría seguir siendo la tendencia si no aprendemos el valor de nuestros pueblos y nuestros recursos, y nos dejamos guiar por estigmas y prejuicios que, con ropajes nuevos, nos venden argumentos para la exclusión de quienes han cuidado nuestras tierras antes de que llegáramos al mundo. 

Fotografías: gentileza de Jorge Mate Barrios