La escucha es uno de los valores fundamentales a la hora de relacionarnos con nosotros mismos y con nuestro entorno. El escuchar forma parte de la manera en que nos comunicamos y tiene un impacto directo en la calidad de los vínculos que establecemos con los demás.

El tipo de vínculos que generamos con otros, nos conduce a tomar acciones específicas. Y, a su vez, dicho accionar constituye nuestra identidad: somos lo que hacemos (y lo que no hacemos también).

Escuchar no se trata de un acto pasivo y descriptivo sino todo lo contrario: requiere de una acción voluntaria de nuestra parte que nos convoca a tomar un rol de responsabilidad y compromiso si lo que buscamos es establecer conversaciones que nos habiliten a tomar decisiones en línea con los objetivos que nos proponemos conseguir.

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Además de escuchar el lenguaje verbal (las palabras), escuchamos y percibimos el lenguaje no verbal como la gestualidad, la postura corporal, el tono de voz, la respiración e incluso, la emocionalidad que presenta nuestro interlocutor. A toda esta información le conferimos un sentido particular según nuestra historia personal y las propias experiencias y, según el interés y las expectativas que tenemos actualmente sobre el tema en cuestión, influenciados, además, por las emociones que estemos transitando.

Por lo cual, es necesario tomar un papel activo a la hora de escuchar de manera tal de acercarnos al mensaje que se quiere transmitir sin teñirlo de nuestras propias creencias, y contar con los elementos suficientes para acortar la distancia entre lo que se dijo y lo que escuchamos.

¿Cuántas veces nos pasa de armar teorías de lo que “para nosotros” quiso decir la otra persona? ¿Cuánto tiempo pasamos elucubrando y haciendo hipótesis de lo que creemos que el otro quiso decir? ¿Cuántas veces rellenamos lo que no sabemos con lo que suponemos? Dedicamos tiempo a reconstruir el rompecabezas por no haber hecho uso eficiente de la herramienta de la escucha en el momento adecuado; en una reunión de trabajo o en un encuentro familiar, por ejemplo.

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En los tiempos que corren, con el afán de dar respuestas rápidas y disminuir la incertidumbre, sacamos conclusiones apresuradas, que nos llevan a tomar decisiones que dan respuesta en el corto plazo, actuando como parches de temas que terminan exigiendo una revisión más profunda. La escucha activa es una aliada indispensable en términos de obtener la información completa y de acompañarnos hacia un camino de acciones que resuelven cuestiones de fondo, aún en tiempos de incertidumbre.

La invitación hoy es a observar no sólo el rol clave que tenemos a la hora de escuchar sino también la posibilidad de intervenir en este acto, dirigiéndonos hacia una comunicación más efectiva.

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Algunas consideraciones para practicar la escucha activa y obtener resultados diferentes:

- Tomar consciencia:

Somos responsables de asegurarnos que lo que escuchamos esté alineado con el mensaje que se quiso transmitir. Asumir este compromiso implica adoptar un rol dinámico, generando un espacio colaborativo entre las partes.

- Estar presente:

Enfocarnos plenamente en la experiencia del intercambio, pudiendo detectar lo que se dice con palabras, así como también lo que percibimos sobre el lenguaje no verbal y que puede dar indicio de algún tema relevante que amerita ser compartido.

- Validar y legitimar:

Tomar en consideración que detrás de cada persona existe un mundo: cada uno habla desde su propia historia, valores, deseos, intereses e insatisfacciones. No perder de foco lo mencionado, permite que gestionemos a nuestro favor las propias emociones, sin que éstas interfieran en la escucha, sino por el contrario, nos orienten hacia un estado de mayor apertura, manteniéndonos flexibles.

- Indagar:

Chequear en lugar de dar por sentado: previo a emitir opiniones y/o a conversar sobre los pasos a seguir, es recomendable corroborar, a través de preguntas, que lo que escuchamos y entendimos coincide con el mensaje que se está queriendo transmitir.

- Registrar y compartir el diálogo interno:

Hacer pública la conversación privada, que tenga relación, por ejemplo, con una consulta sobre a qué se está refiriendo la otra persona, teniendo en cuenta que, si no la compartimos, quedará abierta como un signo de interrogación que responderemos rellenando con lo propio, entorpeciendo la comunicación y el mensaje.

- Poner foco en el objetivo

Si ponemos en el centro de cada conversación, el llevarnos claridad, convertimos esto en el objetivo de cada encuentro, orientándonos y reparando en los puntos clave que necesitamos ampliar y/o despejar para diseñar los próximos pasos a seguir.

Al final de cuentas, escuchar es estar presente y trae como resultado que las decisiones que tomemos hoy no sólo sean asertivas sino que también, se conviertan en tierra fértil para allanar el camino y nos acompañen en un viaje de expansión, generando nuevos objetivos, al mismo tiempo que potenciamos las relaciones con otros y cultivamos el bienestar en nuestra vida.

¿Comenzamos a practicarlo?