Hasta hace poco tiempo se consideraba que el periodo de gestación era pasivo, solo había que esperar los 9 meses hasta que naciera el bebé. Ahora sabemos que la influencia de lo vivido durante de este tiempo afecta a la vida futura del niño o la niña. Cada embarazo tiene una historia particular que tiene que ver con la forma en que han sido vividos los embarazos en el sistema familiar. Todas las mujeres embarazadas saben que llevan dentro otra vida y empiezan, antes de tener el bebé en brazos, a pensar como madres.

La cuestión es cómo vivimos el hecho de ser madres y también cómo vivieron nuestras madres su propia experiencia. Esa criatura que está en el vientre, como lo estuvimos todos en su día, vive un ambiente emocional concreto, se mueve con su mamá, escucha su voz por dentro, se alimenta de lo que ella come, duerme con ella, se ríe, llora o se emociona con ella, nota si está estresada, si se siente atendida, si tiene miedo o si sufre por algo… por ello, durante ese tiempo, aprende su manera de relacionarse con el mundo.

Por eso la respuesta a la pregunta ¿Qué le sucedía a mamá cuando estaba embarazada de mi? Puede dar respuestas a cuestiones de nuestra propia vida.

La comunicación entre la madre y el feto es tan completa que va más allá de las palabras. El niño o la niña tal vez no saben lo que le pasa a la madre pero sí saben exactamente cómo lo vive.

El Dr. Eduard Gratacós, director de Fetal I+D, asegura que nuestra inteligencia “depende de tres tercios, de tu vida intrauterina el primer tercio, el segundo tercio de tus primeros años de vida y el tercer tercio de tus genes”. Y subraya que “los genes son importantes” pero dependen del ambiente en el que se desarrolla cada persona. “El feto es como un árbol que se planta en la madre y pone unas raíces porque tiene que vivir de la madre”. La placenta es como la maceta en la que se va a plantar y es la madre la que puede poner las condiciones para que esa semilla se desarrolle. “Tiene que haber un lenguaje biológico entre el feto y la madre” para que ésta permita que las raíces crezcan.

¿Conocemos el estrés que vivió durante nuestro embarazo? Por ejemplo, imaginemos que nuestra madre vivió en casa de su suegra mientras estaba embarazada y lo experimentó como un estrés por no tener casa propia para criar a su futuro hijo. En este caso es posible que, al crecer, le demos una inusitada importancia al hecho de tener casa propia, no compartir piso, emanciparnos lo antes posible, etc… Podría parecer un exceso o una excentricidad pero es una percepción adaptada a su historia familiar.

Nuestra vida está llena de información que en su momento no pudo ser gestionada porque no hubo recursos para ello.

No olvidemos que los circuitos cerebrales se crearon bajo la influencia hormonal y emocional del ambiente en que vive la madre. Evolutiva y biológicamente es lógico y natural que desarr0lle esas tendencias o preferencias relacionadas con la historia o necesidades de ella.

La conexión entre generaciones de una misma familia nos muestra hasta qué punto estamos unidos con nuestro clan y su sufrimiento. Si, como nos dice la epigenética, los padecimientos de nuestros abuelos pueden afectar a la manera de reaccionar de nuestro cuerpo, significa que las memorias siguen vivas a través de nuestras células. La esencia de la Bioneuroemoción es pasar de una conciencia dual a una conciencia de unidad. Si vivimos en conciencia de unidad sabemos que la causa de lo que nos sucede subyace en nosotros mismos. La imagen de una mujer embarazada que lleva a su hijo o hija en el vientre es la imagen más clara de cómo podemos llegar a estar unidos, de cómo lo que afecta a unos afecta necesariamente a otros.


“Cuando nace el bebé, la experiencia emocional materna conforma la mitad de la personalidad del individuo.”

Sue Gerhardt.