Los materiales sintéticos que hoy conocemos como plásticos modernos comenzaron a aparecer hace unos 100 años. En este caso, recordaremos tres de los más significativos de la historia. Nos situamos en el año 1855, cuando Alexander Parkes inventa la parkesina, cuyo nombre hace honor a su creador. Este material es el que hoy conocemos como celuloide, que se usa para fabricar pelotas de tenis de mesa, accesorios y púas para guitarra, entre otras cosas.

Unos 20 años después se descubre el policloruro de vinilo, mejor conocido como PVC, éste se encuentra en repuestos para autos, botellas de agua o leche, tuberías, pisos de interior y exterior, ventanas, muebles, mangueras, y puertas, entre los más conocidos. Por último, en el año 1907, el químico Leo Baekeland crea la baquelita que se convierte en la primera sustancia plástica totalmente sintética. Al igual que el PVC, es uno de los plásticos más comercializados del siglo XXI y, por lo general, solemos encontrarlo en utensilios de cocina como botones para tapas de ollas, mangos de sartén y asas.

Podemos afirmar que poseemos y utilizamos uno o más objetos compuestos por alguno de los materiales que mencionamos antes. Sin embargo, pareciera que no somos conscientes de que, cuando estos objetos ya no nos sirven, no se pueden reciclar o solo soportan un ciclo de reciclaje hasta descartarlos. El gran denominador común entre estas variantes es que, de una manera u otra el plástico seguirá contaminando nuestro planeta, incluso hasta cuando ya no estemos.

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El gran interrogante aparece cuando, como solución al problema de la contaminación, pensamos en reciclar. ¿Sirve de algo? Sí, porque le damos una nueva vida a un producto que se pensó para tener una sola. ¿Es suficiente? No. Existen muchos tipos de plásticos, incluso más de los que mencionamos arriba y no todos pueden reciclarse o reutilizarse. Ahora, los que sí, solo se pueden reciclar una cantidad limitada de veces, ya que en el proceso, el plástico va perdiendo calidad.

Tomemos como ejemplo al plástico PET con el cual se elaboran las botellas de gaseosa. Si quisiéramos reciclar una botella tendríamos que lavarla, triturarla y por último fundirla para crear una nueva. Entonces, si yo quisiera volver a reciclar esa misma botella solo podría hacerlo entre cuatro y cinco veces más. ¿En qué resulta esto? En menos contaminación e impacto ambiental. Sin embargo, esto no nos debería dejar ni tranquiles ni contentes ya que por cada botella reciclada y reutilizada que llega al fin de su ciclo, se producen aproximadamente 400 millones de toneladas de plástico más que mucha gente usará y descartará luego de haberle dado un solo uso.

Debemos tener en cuenta que este proceso se da solamente en el mejor de los casos, ya que las entidades encargadas de realizar el proceso de reciclaje terminan desechando gran parte de los plásticos o reciclables porque muchas veces pueden estar mojados, sucios, o no cumplir con las características que esa misma entidad pide.

Teniendo en cuenta todo esto, invitamos a reflexionar sobre cómo lograr un futuro sin plásticos y sobre nuestros consumos. Por ejemplo, si quiero decorar mi casa, ¿prefiero comprar un bien de plástico que dure menos y tenga que desechar más rápido o un bien más duradero y amigable con el medio ambiente?. Cuando voy al súper, ¿elijo una gaseosa retornable, de vidrio o una de plástico de un solo uso?.

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Como ahora ya sabemos que con reciclar no alcanza habrá que ir un poco más allá, llegar a la raíz del problema. ¿Cambiar nuestros hábitos? ¿Demandarle a las empresas un cambio productivo? ¿Organizar el cambio colectivo? Si nos conformamos con lo que nos ofrecen, solo ganan ellos. Y nosotros, seguimos contaminando. Te invitamos a seguir la conversación en nuestras redes.

*Por Victoria Lezcano Almeida