Por Rodrigo Fariña*

La situación a la que nos ha llevado la pandemia nos muestra una oportunidad para volver a conectarnos con la naturaleza e implica conocerla mejor. Los tiempos de la naturaleza son a largo plazo y decir que “la naturaleza resurge” porque aparece un animal en la vía pública o bien que los animales vuelven a las calles es un concepto osado. Para hablar de verdaderos cambios es necesario pensar en cambios a mediano o largo plazo.

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Nuestra ausencia en las calles, sobre todo en las ciudades que tienen contacto con sectores más agrestes, zonas cercanas a reservas naturales, genera que algunos animales sientan mayor confianza y avancen sobre lugares donde antes, por el tránsito, el ruido o a presencia de perros, no hubieran avanzado. Esa combinación de mayor silencio y menor disturbio, sumada a que estamos más atentos y pendientes a lo que pasa afuera por estar más tiempo en casa, genera la falsa sensación de que la fauna vuelve a las ciudades.

Esta es una oportunidad para reconectarnos con la naturaleza, y parte de esa reconexión se basa en comprender que, salvo alguna excepción, la fauna siempre estuvo ahí pero nunca la vimos. El hocó que se vio en la provincia de Buenos Aires (Argentina), es un ave típica de la rivera bonaerense. No es extraño que se lo haya visto, lo que no es común es verlo caminando por la vereda.

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Fuente: cortesía de Aves Argentinas

El hecho de que nos sorprenda ver animales que son relativamente comunes, tiene que ver con que nos olvidamos de que esa fauna vive con nosotros. Muchas veces, llegan animales a los centros de rescates de las ciudades que la gente lleva porque piensa que están perdidos o creen que provienen de la selva, por ejemplo, un lechuzón orejudo es una especie común, los capturan y los llevan a centros de rescate pensando que hacen una buena acción porque desconocen que ese animal vive en Buenos Aires y pertenece a la fauna urbana. Esto habla de la desconexión que tenemos con la naturaleza.

Esa desconexión nos lleva a una visión ingenua de la naturaleza. Por un lado, nos alegramos al ver un ave que nunca habíamos visto en nuestros barrios, pero por otro lado seguimos consumiendo absolutamente igual que antes. Eso explica que no lo entendemos. No nos damos cuenta de la necesidad de un verdadero cambio para que la naturaleza “vuelva”, o que tendremos un vínculo más armónico a mediano y largo plazo en los tiempos de la naturaleza cuando entendamos cuál es nuestro impacto como consumidores.

La principal amenaza de la pérdida de la biodiversidad es la pérdida de ambientes, eso no pasa porque hay un “señor malo” con una topadora que se lleva puesta la selva. Eso pasa porque ese “señor malo” que tiene una topadora responde a la demanda de determinados productos que nosotros consumimos todo el tiempo.

Cuando teníamos la oportunidad de vivir en la naturaleza y nos proveíamos de nuestros alimentos, teníamos esa conexión. La vida urbana hace que, a través de pases de mano, se tercericen los caminos de producción. Esto no necesariamente está mal en sí mismo, porque genera mucho trabajo, pero esa complejidad de los caminos de producción, hace que desde el origen de lo que consumimos hasta que lo tenemos en nuestra mesa no sepamos qué es lo que pasa. El sistema ha llevado a que consumamos productos que están lejos de ser una necesidad primaria.

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Fuente: cortesía de Aves Argentinas

¿Qué podemos hacer para reconectarnos con la naturaleza de verdad?

En primer lugar, ser ciudadanos conscientes de la necesidad de incluir los temas ambientales en la agenda política. ¿Cuántas personas buscan en las propuestas de los partidos políticos el componente ambiental? ¿Cuántos votamos pensando en que los modelos propuestos tienen una u otra mirada ambiental y tenemos en cuenta su impacto? Llevar el tema ambiental a la mesa política y que nosotros como ciudadanos y votantes empecemos a exigir que eso empiece a cambiar ya es un gran cambio.

Otro cambio tiene que ver con nuestros hábitos de consumo. ¿Cuántos elegimos un producto según su packaging por ser más vistoso, atractivo, o por la publicidad, y no por cómo está hecho? El gran cambio es estar atentos y verlo.

Por otro lado, ¿qué pasa con los desechos, los componentes orgánicos? ¿Cuántos de nosotros separamos los residuos? Hay ciudades que te brindan esa recepción. Pero ser conscientes de lo que se consume, baja mucho nuestro impacto.

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Fuente: cortesía de Aves Argentinas

Por último, ¿Quién consume cuando realmente se necesita?

Si todo eso pasa, y nosotros cambiamos, quizás ahí si podamos lograr convivir con la naturaleza de otra manera y sí podrá ser una constante la presencia de fauna en lugares donde ya no la veíamos. Nosotros no somos conscientes de que todo lo que consumimos afecta indirectamente a gran parte de la biodiversidad del mundo.

La lucha por los temas ambientales es hermana de la lucha de los temas sociales. Un mundo donde nos reconectamos con la naturaleza tiene que ser un mundo más justo y equitativo. Solo un sistema justo y equitativo es un mundo con menor impacto en la naturaleza. Las personas que tenemos la oportunidad de estar en nuestras casas durante la cuarentena podemos permitirnos hacer una introspección y reflexionar sobre qué vida queremos y cómo nos queremos conectar con la naturaleza.

Parte de esa reflexión se basa en a qué le dedicamos tiempo. Este contexto nos brinda a muchos la oportunidad de estar más tiempo en nuestras casas, y de reflexionar sobre nuestro impacto en la naturaleza, así como de disfrutar de lo que nos rodea, así vivamos en un barrio céntrico o en el campo, siempre hay especies animales y vegetales que conviven con nosotros.

La reserva ecológica de Costanera Sur (Buenos Aires) cuenta con más de 300 especies de aves registradas, esto es un tercio de las más de 1000 especies de Argentina. En la ciudad de Buenos Aires habitan dos especies de halcones, además de caranchos, chimangos, más de 3 especies de lechuzas, entre muchos otros. El momento ideal para empezar a conectarse es ahora.

*Rodrigo Fariña es Director del Departamento de Conservación de Aves Argentinas