Por: Catalina Droguett *

Luego de meses de confinamiento a raíz del COVID-19, es probable que en algún momento te hayas detenido a pensar y preguntarte algunas cosas sobre la “vieja normalidad”. ¿De qué modo estamos viviendo? ¿Cómo nos estamos relacionando con nosotros mismos, con los demás, con nuestro trabajo? ¿Cómo nos estamos relacionando con el ambiente?

Poco tiempo después del inicio del aislamiento, aparecieron impactantes imágenes y reportes que evidencian la responsabilidad humana sobre los impactos ambientales. El retorno de las aguas cristalinas a los canales de Venecia en Italia, una baja de contaminación atmosférica en las metrópolis e incluso el regreso de cientos de animales a zonas usualmente colmadas de personas.

Si recordamos cómo era nuestra vida y la sociedad en general antes del COVID-19, puede parecernos muy atractivo querer retornar a la antigua normalidad. Sobre todo al compararla con cómo estamos viviendo estos días: sumergidos en mega tasas de desempleo, incertidumbre, encierro y el distanciamiento social que no nos permite acercarnos a nuestros seres queridos. Sin embargo, debemos revisar todo lo que implicaba la “vieja normalidad” y reflexionar sobre qué es bueno para nuestro futuro.

Es urgente entender que esa “vieja normalidad” contribuyó a generar esta pandemia. Antes de la pandemia, lo normal era obtener el 85% de nuestra energía de combustibles fósiles y perder al menos 7 millones de personas al año por la contaminación del aire.

Lo normal, era que la temperatura mundial aumentase más de 3.5 °C para fines de siglo y que las naciones insulares tuvieran que enfrentarse a la extinción masiva. Lo normal, era que una de cada ocho especies estuviera en peligro de extinción y que los espacios salvajes se redujeran cada vez más.

Así podemos continuar y encontrar tantos otros hechos que son consecuencia de la explotación desenfrenada de los recursos. Consecuencias de una humanidad que requiere de casi dos planetas más para abastecerse de los recursos que demanda su sistema de consumo.

En tiempos de COVID-19, diversas investigaciones realizadas en Estados Unidos señalaron que:

- El 63% de los estadounidenses quiere que las empresas tomen la iniciativa de impulsar un cambio social y ambiental.

- El 78% cree que es importante que defiendan importantes problemas de justicia social, como en este caso: la crisis derivada de la pandemia.

- El 87% de los encuestados compartió que invertiría más por un producto y empresa que cuente con programas sociales, ambientales y aborden los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) dentro de su modelo de negocio.

¿Qué sucede en Latinoamérica cuando reflexionamos sobre estas mismas preguntas?

La palabra pandemia ya es parte de nuestro vocabulario habitual y, al parecer, llegó para quedarse. Hoy no podemos olvidar que de la mano de la crisis sanitaria actual, crece también la crisis climática. Una crisis que tendrá efectos más devastadores que el Covid-19, en nuestra salud, economía y cotidianidad.

Es tarea de todos reconstruirnos y reconstruir una nueva sociedad con una visión y desarrollo sostenible de manera urgente. En ese sentido, entendamos a la pandemia como una invitación no para volver a ninguna normalidad, sino para construir una nueva humanidad.

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