¿Alguna vez te preguntaste por qué puedes comer una banana cuando en en país no se dan las condiciones para que puedan crecer naturalmente? ¿O cómo puede ser que consigas una palta o aguacate cuando no es la época de cosecha? 

La industria de los alimentos procura que haya en los mercados lo que los consumidores quieren y demandan. Sin embargo, hay varias cosas que no se ven a simple vista pero que existen y es necesario que todos conozcamos.  

Claramente, si hay frutas y vegetales que no se producen en nuestro país (¡o incluso que son más costosas para producir aquí!) se importan de otros sitios. Eso implica enormes gastos de transporte, emisiones de dióxido de carbono a la atmósfera, y técnicas de conservación aplicadas a los alimentos, como la congelación. 

Eso da como resultado una fruta o vegetal que ya no es tan fresco y cuyo precio, claro está, además, ya es alto. 

Además, esto motiva un tipo de producción que no tiene en cuenta temporadas, estaciones y ciclos naturales, y que incluso, como sucede con el caso de las bananas, tampoco atiende a la biodiversidad, buscando producir lo que más se demanda aunque esto implique cultivar pocas variedades, modificarlas genéticamentes o desarrollar monocultivos. 

¿Qué podemos hacer? La respuesta está más cerca de lo que pensamos. 


El consumo local

El consumo local o economía local es la producción, el procesamiento, la distribución y el consumo pensados de manera local e integrada con el ambiente, la salud y las relaciones humanas. En ella, el productor es cercano al consumidor: es su vecino, amigo, conocido o pariente.   

¿Qué ventajas tiene consumir local?

  • Se reducen los gases de efecto invernadero, el consumo de energía y la contaminación, por la reducción en el transporte.
  • Se fortalecen las relaciones comunitarias y se fomenta el contacto directo entre productores y consumidores.
  • Se impulsa el empleo local.
  • Ayuda a los pequeños productores a ubicar sus productos.
  • Los productos son más frescos, con mejor sabor y menos (¡o ningún!) conservante. Esto, además, es un gran beneficio para la salud.
  • Los precios son más justos, tienen menos recargos al evitar los intermediarios.
  • Se puede conocer a quién está detrás de aquello que consumimos, recuperando el factor humano de los productos. De cerca podemos conocer con qué materiales están hechos los productos, cómo, quiénes los hacen y quiénes lo venden.
  • Es una alternativa al monopolio de las grandes compañías.
  • Fomenta la biodiversidad agrícola, ya que los criterios en la producción de alimentos son otros.
  • Contribuye al mantenimiento de pequeñas explotaciones familiares, agrarias y ganaderas, a la vez que se evita el abandono de zonas forestales.
  • Se reducen los empaques.

En primera persona

Caracoles y Hormigas es una cooperativa de trabajo argentina que desde el 2009 comercializa producciones autogestivas de pequeños productores, cooperativas de trabajo, fábricas recuperadas, agricultura familiar y organizaciones campesinas y sociales. ¿El objetivo? Ir hacia una economía justa, logrando ser una alternativa real de consumo responsable, y acortando las distancias entre quienes producen y quienes consumen, sobre todo de aquellos productores que el mismo sistema expulsa. 

Este grupo de jóvenes recolectan y llevan casa por casa alimentos y productos que no se comercializan los mercados. Al principio usaban como depósito sus propias casas y hacían todo a pulmón, viajando en tren o bicicleta. Hoy tienen una camioneta y un depósito propio, desde donde llevan productos que encierran, además, una historia de organización y lucha por el acceso a las tierras, como sucede con los que provienen de movimientos campesinos y productores del país. 

Para  conocer más o hacer un pedido se puede ingresar a la web: www.caracolesyhormigas.com.ar, ¡y apostar por una economía más justa! 

¿Qué tipo de sociedad estás apoyando tú a través de tu consumo?