Notebooks, teclados, cafeteras, controles remotos, heladeras… todos estos productos son reciclables en casi un 90% de sus partes. Sin embargo, solo el 20% de los desechos electrónicos en el mundo se reciclan.

Globalmente, se generan más de 50 millones de toneladas de residuos electrónicos por año: es decir, el equivalente a 62.500 millones de dólares, según las Naciones Unidas (ONU).

"En este momento, la mayoría de los electrodomésticos tienen una vida lineal en lugar de circular”, sostiene Elizabeth Jardim de Greenpeace. "Los dispositivos se usan y luego, después de unos años, la mayoría termina en la basura”, agrega.

Desperdicio y toxicidad

Según un informe reciente de la Real Sociedad Británica de Química (British Royal Society of Chemistry, en inglés), un teléfono inteligente medio contiene 30 elementos químicos diferentes. Entre ellos, se encuentran las “tierras raras”, como el tántalo, el itrio, el galio, el indio, que podrían agotarse en 100 años.

La extracción de estos depósitos es costosa, consume mucha energía y deja residuos tóxicos a su paso. Además, al entrar en contacto con el agua potable, pueden generar problemas de salud en las personas.

La gran mayoría de las tierras raras se extraen en China, donde las fuentes de agua de las provincias de Jiangxi y Shandong, así como la Región Autónoma de Mongolia interior, han quedado extremadamente contaminadas. Además, en muchos casos, su explotación utiliza mano de obra infantil, financia conflictos en África y propaga enfermedades respiratorias entre los mineros.

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"Hay muchas preguntas abiertas sobre cómo se puede conciliar la transición a una economía libre de carbono y electrificada con el daño ambiental causado por la extracción de materias primas”, explicó Josh Lepawsky, investigador de la Universidad Memorial de Terranova, en Canadá.

¿Qué se puede hacer?

Existen algunas propuestas innovadoras para reducir nuestra huella de basura electrónica. Por ejemplo, en Alemania, el Partido Verde propuso una original idea para reducir los residuos electrónicos en el país: a las personas que decidan reciclar sus teléfonos, se les reintegrarán 25 euros.

Además, la Unión Europea introducirá un “derecho a reparar” a partir de 2021, a través del que decretará que las heladeras, lavavajillas y lavadoras deben ser reparables hasta 10 años después de su compra. Además, las piezas de repuesto de estos electrodomésticos deberán ser fáciles de conseguir.

También existen alternativas a las principales marcas de teléfonos inteligentes: Fairphone, por ejemplo, intenta utilizar materiales más sostenibles y desarrollar productos con una vida útil más larga y más fáciles de reparar.

Iniciativas como estas son clave para el desarrollo de una economía circular en la que reutilicemos, reciclemos y reparemos lo que compramos, usando los recursos de forma más eficiente.