Los seres humanos somos individuos complejos; que, a pesar de ser de la misma especie, al mismo tiempo somos muy diferentes. Las diferencias que nos distinguen están motivadas por diversidad de aspectos, pero esencialmente experiencias, preferencias y genética.

Justamente la genética nos domina mucho más de lo que nos imaginamos; mucho más allá de nuestro fenotipo o características de nuestro organismo, la genética puede influir incluso en nuestros hábitos y ciertos comportamientos.

Algo que nunca hubiésemos pensado que tenía una relación directa con nuestros genes son nuestros hábitos al dormir; pero Havard ha demostrado recientemente que sí hay una correspondencia.

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La siesta: un impulso biológico

Ese deseo o necesidad que algunas personas sienten por dormir una siesta durante el día tiene una relación directa con los genes, según ha podido comprobar un estudio realizado desde la Universidad de Harvard. Durante este estudio, se realizó una revisión de casi un millón de personas del Reino Unido.

A través de esta investigación, especialistas lograron identificar 123 regiones del genoma humano que se pueden relacionar de manera directa con el hábito de dormir siestas durante el día. Para mayores datos, los investigadores apuntaron que son 3 los posibles mecanismos que promueven este tipo de comportamiento: sueño intermitente durante las noches, despertar muy temprano y necesidad de horas de sueño superior al resto de los individuos.

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Nadie duda de la importancia de las horas de descanso apropiadas y usualmente se recomienda que las personas duerman por 8 horas al día; sin embargo, dependiendo de las propias necesidades individuales, esto puede variar. He aquí la importancia de que los especialistas comprendan bien cuáles son las necesidades de descanso particulares. Lo que puede ayudar en gran medida al bienestar de una persona.

Otros factores

Además de los rasgos relacionados directamente con la genética; la necesidad de dormir más se podría también relacionar con problemas de salud como la obesidad y la presión arterial alta. También es posible que por razones culturales, algunas personas se hayan acostumbrado a este tipo de hábitos.

siesta

¿Cómo se llegó a estas conclusiones?

Para este estudio, se les preguntó a los participantes con qué frecuencia solían tomar siestas diurnas: nunca, a veces o generalmente. Algunas de estas personas utilizaron monitores para verificar las respuestas. Posteriormente, se llevó a cabo un estudio de genoma, para identificar genes asociados con esta actividad. Así, identificaron los factores biológicos que intervienen en la necesidad de la siesta diurna.

Es importante destacar que estos resultados responden a dos investigaciones. La primera fue realizada con más de 400.000 individuos y replicada en más de 500.000; encontrando resultados idénticos. Esto permite demostrar la tesis.

El impulso para la realización de este estudio fue la publicación de una investigación en British Medical Journal, que aseguraba que una siesta diurna de unos 5 minutos favorece la memoria, la concentración y la agilidad mental. Así mismo, apuntaba que las personas que tenían este hábito podían hablar con mayor fluidez y tenían mejor memoria que las demás, entre otros beneficios.

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Y tú, ¿necesitas de una siesta?